Es el regreso de James Wang al terror, a las raíces del creador del universo de “El Conjuro”, y poco se puede contar de su argumento para no quitarle a los espectadores, que seguramente serán muchos, el placer del desenlace a gran orquesta de la película. Solo un dato al pasar, el argumento tiene una lejana base científica que tiene que ver con lo que se llama columna o espina bífida. Solo un detalle. Es que la historia que comienza en un tenebroso hospital al borde de un acantilado, donde un paciente recibe el diagnóstico final, pronto se traslada a una casa antigua donde una mujer embarazada, es castigada por su marido golpeador, que le provoca una herida en la cabeza. Lo que sigue es la invasión a ese hogar de una sombra que hará justicia a su modo. La mujer pierde a su hija, es la tercera vez que le pasa y regresa a su hogar solitario. A partir de allí comienza a tener visiones de escenas violentas. Más no conviene contar. El director malayo un maestro en como filmar el terror muchas veces se divierte homenajeándose a sí mismo, o recuerda a grandes films del género pero no le tiembla el pulso para sumergirse en escenas impresionantes que recuerdan desde los grandes maestros del “giallo” o los slashers ochentosos. Con efectos visuales y especiales muy bien hechos no teme sumergirse en vendavales de sangre, persecuciones, enigmas y paroxismos. Wan se divierte, se arriesga, por sobre todo entretiene y mucho. Su protagonista es Annabelle Wallis (ya estuvo precisamente en “Annabelle” y “La momia”) una actriz perfecta para los cambios bruscos de climas, pasividad y terror. La acompañan Maddie Hasson, George Young y un buen elenco. Es muy posible que se trate del inicio de una saga. Para los fanáticos del género un plato fuerte.