Cine de terror de factura maltrecha
La más reciente película del director de El Conjuro es un absurdo al que disfraza de thriller, donde sobresalen pocos hallazgos formales.
De acuerdo con las noticias previas a su estreno, Maligno venía a agregar cierta dosis de “giallo” al cine de terror; es decir, un matiz consecuente con la vena espeluznante del cine italiano de género policial y pesadillesco, cultivado por maestros como Mario Bava y Dario Argento durante las décadas de 1960 y 1970. De manera colindante con el terror, el giallo ofrece un escenario por demás cautivante. Pero tras ver Maligno no es demasiado el aire de aquel cine, más allá de ciertos acentos impostados.
Maligno es la nueva producción del malayo/australiano James Wan, cultor del cine de género, famoso por instaurar franquicias como El juego del miedo y El Conjuro, capaz de bodrios como Aquaman y Rápidos y Furiosos 7, y responsable de esa pequeña joya que es La noche del demonio (Insidious) (y de una segunda parte que poco importa, todo hay que decirlo). De alguna manera, Wan integra un escenario pretendidamente confuso, donde el sello autoral de la industria estaría en gente como él, Guy Ritchie o James Gunn. Cosa rara. Igualmente, vale reconocer su a veces gran desempeño y la creación de algunas secuencias estremecedoras, como la del juego de manos en El Conjuro o el despliegue de niebla de estudio por el que se pasean los miedos de La noche del demonio.
Con su nueva producción, la pretendida alusión al giallo termina por ser engañosa, porque Maligno está más y mejor orientada a cierto cine de terror barato, tan disfrutable y muchas veces también italiano. De acuerdo con el argumento, Maligno ofrece un juego de cajas chinas, en donde la historia principal –la relación tortuosa de una pareja, donde ella no puede quedar embarazada y él la golpea– esconde otra, profunda. A partir de la muerte de su marido, Madison (Annabelle Wallis) quedará liberada de su carga pero también de su embarazo. Un alivio en cierta medida no carente de castigo. Ahora bien, ¿por qué esto es así? Más vale averiguarlo en la película. Lo que sí puede señalarse es la incógnita que une a esta historia con el prólogo del film, situado 30 años atrás y en un hospital de investigaciones médicas. Allí hay algo o alguien que escapa, capaz de reventar instalaciones eléctricas y de asesinar de modo feroz. La decisión de la doctora es terminante: hay que terminar con este cáncer.
De alguna manera, la historia de Madison (cuyo “mad” incluye pretendidamente el desequilibrio) comenzará a confluir con aquella, aparentemente ajena y distante. En este sentido, a partir del desdoblamiento entre pasado y presente, el film propone una puesta en escena que no deja de ser interesante. Así, la ciudad sabrá revelar otra, subterránea y recuperada como atractivo de pocos turistas, mientras la historia personal de Madison recubre inconsciente un pasado almacenado en viejas cintas de vhs. De manera también dual, quien la ayuda en este recorrido de (auto)descubrimiento es su hermana (Maddie Hasson); y como efecto réplica, una pareja policial (George Young y Michole Briana White) lleva adelante la investigación sobre una serie de homicidios macabros que involucra a Madison, debido al asesinato de su marido.
Si de guiños giallo se trata, Maligno tiene a su asesino de mano enguantada y cuchillo, cuya voz distorsionada se escucha a través de parlantes o teléfonos, así como en aquellas películas, donde la voz distorsionada expresaba el desquicio o una identidad sexual huidiza. La música se siente cercana a las producciones de aquella época, y presiona una tecla justa en la que tal vez sea la mejor secuencia del film, allí cuando una de las víctimas cae –literalmente– sobre el living de la casa de Madison, a ojos vista de la policía, y el primer plano sobre ella derive en un crescendo musical que vuelve difuso el límite entre verdad y locura.
Pero el film de Wan lleva estos ingredientes hacia algo todavía más grotesco y situado mejor en el cine de terror. Puntualmente, en lo que refiere a cierto cine de rasgos bizarros, que por ello mismo puede ser tan disfrutable. En este sentido, existe una relación con títulos de temáticas afines como Braindead de Peter Jackson, el Brian De Palma de Sisters, y fundamentalmente Frank Henenlotter con la trilogía Basket Case, pero sin asumir el grotesco que en estos casos brilla. (Justamente, si de efecto giallo se trata, en De Palma hay maestría. Y autoría). De manera inversa, Maligno se pone seria allí cuando el disparate se revela, y apela a secuencias de acción digital que mezclan lo ridículo del asunto con la gracia incongruente de un film de superhéroes.
Esta suerte de solemnidad revela que no se trata de una película de bajo presupuesto, sino de un producto que toma los ingredientes de aquel cine para regurgitarlo como mejor le place; por ejemplo y qué duda, para generar una franquicia. En el camino, algunos hallazgos se sostienen y hacen creer que Wan es un buen director, pero en el conjunto lo que sobresale es otra cosa: una película absurda, algo de por sí nada objetable, lo que sucede es que allí cuando revela su secreto, se toma a sí misma en serio y reproduce todas las consignas del cine de terror mainstream, adocenado y aburrido.