El cine de terror protagonizado por niños ha dado sus escalofríos desde La profecía, pasando por El ángel malvado y La huérfana. Ahora llega Maligno -The Prodigy-, un filme canadiense que acierta más con el suspenso y los climas que genera que con el terror sobrenatural.
Miles -Jackson Robert Scott no gana para sustos después de It!- es un niño extremadamente inteligente y llena de felicidad a sus padres Sarah -Taylor Schilling, la actriz de Orange is the New Black- y John -Peter Mooney-. Sin embargo, a los ocho años comienza a comportarse de manera extraña y se lo hace saber a todo su entorno. Miles nació el mismo día en el que murió el asesino serial Edward Scarka, quien coleccionaba las manos de sus víctimas como trofeos. Al mejor estilo de Chucky el muñeco diabólico, el niño lleva el Mal en su interior en una suerte de posesión simultánea.
La película -que tuvo que ser reeditada porque resultaba demasiado terrorífica según la gacetilla de prensa- ofrece un comienzo inquietante con las distintas edades que atraviesa Miles, pero luego se vuelve convencional y apegada a las reglas del género que transita -la figura amenazante del niño en la oscuridad, el miedo de los padres, profesores y compañeros de colegio- sin sorpresas.
El director Nicholas McCarthy -El Pacto- narra la historia de posesión sobre el guión de Jeff Buhler -adaptador de la inminente versión de Cementerio de animales- y pone el acento en la figura amenazante de Miles con un prólogo donde se ve al asesino serial abatido por la policía. El amor de una madre todo lo puede y Sarah también decide consultar a un psicólogo especializado en medio de una ola de dudas, una escritora sobreviviente del horror y un rol paterno que se va desdibujando con el correr de los minutos.
El relato, que tiene rubros técnicos de primer nivel, acumula dos escenas realmente inquietantes y adelanta detalles para luego transitar por los carriles sobrenaturales esperados. Y deja abierta la puerta para una secuela...