Sin llegar a ser una película notable o interesante, Maligno al menos consigue ser una adición decente dentro de la temática de niños psicópatas que prácticamente integran un subgénero aparte en el cine de terror.
El director Nicholas McCarthy, quien hace unos años fue responsable de El pacto, ofrece un relato entretenido, donde su dominio del suspenso logra hacer llevadera una trama que tiene numerosos elementos familiares.
Desde la secuencia inicial que sirve como prólogo del conflicto la película captura la atención del espectador con una propuesta donde el clásico conflicto del niño maldito se combina con los misterios sobrenaturales.
El relato de McCarthy sobresale en las atmósferas de misterio que recrea y una buena dirección del reparto que se centra en la figura de Taylor Schilling, la protagonista de la serie Orange is the New Black, a quien le queda chica esta película.
Una muy buena actriz que está para más y todavía no consiguió la posibilidad de lucirse en el cine.
Jackson Robert Scott, el pequeño villano está muy correcto en rol y se nota que tuvo una buena dirección pero tanto el personaje que encarna como su interpretación no quedarán en el recuerdo entre los grandes niños siniestros del cine.
El problema con este estreno es que toda la intriga que tenía inicialmente la historia decae por completo en el acto final cuando el conflicto entre en el terreno de lo absurdo y se convierte en una tontería.
Creo que con una conclusión más sólida la valoración de este film podría haber sido mayor.
Dentro de esta temática la mejor película que se hizo en la última década sigue siendo la producción inglesa, The Children, de Tom Shankland, que era mucho más intensa y estaba impecablemente realizada.
Ninguna de las historias similares que vinieron después pudieron superarla.
Maligno cuenta con un buen reparto y es justo resaltar que es entretenida, sin embargo tras su visionado queda enseguida en el olvido al no proponer nada creativo con este tipo de conflicto.