Se estrenó Maligno (The Prodigy) de Nicholas McCarthy, nueva película de suspenso/terror que da una pequeña vuelta de tuerca al concepto de posesión.
Maligno comienza con dos historias paralelas. Por un lado una mujer escapa de un asesino que es abatido por la policía. Al mismo tiempo, Sarah Blume (Taylor Schilling) esta dando a luz a Miles (Jackson Robert Scott). Los años pasan y tanto Sarah como su marido John (Peter Mooney) se percatan de que el niño tiene una inteligencia superior a lo normal. Por esto deciden mandarlo a un colegio para dotados. El niño crece y a la edad de ocho años comienzan a suceder extraños sucesos que alarman a los padres. Un carácter violento empieza a emerger en Miles y su madre acude a un especialista que le dice que su hijo puede que tenga dos entidades viviendo en él: la suya y la reencarnación del asesino.
Con tantas películas de niños poseídos la premisa no era muy novedosa pero, desde el punto de vista del marketing publicitario, el director Nicholas McCarthy dijo que tuvo que reeditar partes de Maligno porque en un screening de la misma el público no paraba de gritar de miedo. Con semejantes declaraciones la expectativa del espectador termina siendo muy alta para conformar.
La historia del asesino reencarnado ya la vimos en Chucky y tanto la inocencia del muñeco como la del joven Miles son suficientes para engañar a los demás protagonistas. Pero el espectador ya está diestro en el cine de terror y más de uno pensará a medida de que avance la historia ¿cómo puede ser que este chico se salga con la suya habiendo tantas pruebas y testigos en su contra?
Con respecto al terror -salvo que las escenas cortadas fueran realmente perturbadoras-, el film cumple pero no innova en su dosis de algunos sustos repentinos. El joven Jackson Robert Scott hace un muy bien papel como niño traumado (algo que ya había logrado como Georgie en la película It: Eso).