Con The Prodigy me encuentro con una situación particular. El hacer la crítica de la película que vi y disfruté o de la que sé que es. Entiendo que el planteo pueda generar ciertas dudas, pero lo cierto es que mi experiencia se vio radicalmente afectada por una situación personal repudiable: llegar tarde a la función. Sí, unos cinco o diez minutos de demora cambiaron completamente la óptica con la que vi este film de terror. Al buscar aquello que me había perdido descubrí, muy a mi pesar, que se trataba de una secuencia que por alguna razón revelaba las cartas demasiado rápido. Un absoluto sinsentido si tenía en cuenta que lo que acababa de ver en pantalla mantenía en vilo al espectador, que descubría la incógnita junto a la protagonista. Subestimar a la audiencia es grave, sobre todo cuando genera tanto daño al propio proyecto.