PARTIDO EN DOS
Dentro del terror, el sub-género perteneciente a los niños convertidos en entidades corrompidas, viles y letales tiene un largo historial, que data por lo menos desde los setenta, con El exorcista y La profecía como films más emblemáticos, a los que se podría agregar El bebé de Rosemary. Maligno intenta hacer su aporte a este listado y tiene unos cuantos elementos atractivos, aunque unas cuantas decisiones equivocadas terminan sepultándolos.
Se podría decir que el film de Nicholas McCarthy está partido en dos, luchando constantemente contra sí mismo, en una batalla entre dos personalidades, como ese niño que es el centro del relato: una criatura con una inteligencia prodigiosa que poco a poco va exhibiendo conductas cada vez alarmantes, que indican que podría estar afectado por una entidad maligna. Lo mejor de la película, claramente, está en la primera mitad, y de hecho el arranque –que va estableciendo un montaje paralelo entre un nacimiento y una muerte- tiene un nivel de tensión cautivante. En los minutos posteriores, hay unas cuantas escenas donde el vínculo entre el niño y su madre (Taylor Schilling), inicialmente marcado por el afecto y la inocencia, adquiere matices cada vez más inquietantes. Cuando todo se trata de sembrar indicios, señales de alarma cada vez más fuertes, pero aun manteniendo una dosis de enigma en las acciones del niño, Maligno se maneja con simpleza y efectividad.
Pero claro, ya entrada la segunda mitad, Maligno parece verse obligada a dar todas las explicaciones posibles y a tomar medidas tendientes a resolver de forma expeditiva todos los conflictos. Ahí es cuando la película comienza a tropezar, porque si el rol del padre del niño ya estaba un tanto desdibujado, luego queda como una mera pieza del guión; la madre toma unas cuantas decisiones inexplicables; cada acción o dato nuevo que surge se explica excesivamente, hasta caer en la redundancia; y los minutos finales acumulan vueltas de tuerca que ya son directamente inverosímiles. Por eso, los sustos, que primeramente estaban sustentados en la creación de climas opresivos y preguntas sin respuesta, luego solo se sostienen a partir de golpes de efecto.
Se podría rescatar a Maligno por lo mostrado en los primeros minutos, caracterizados por la inteligencia para manejar los hilos de una historia que no dejaba de ser simple a pesar de sus matices. Sin embargo, los errores, manipulaciones y arbitrariedades de la segunda parte la llevan a un terreno mediocre, del cual nunca logra recuperarse.