Mamá, mamá, mamá economiza en explicaciones psicológicas y prescinde de un contexto preciso. Basta que el espacio dramático esté habitado por Cleo, sus primas, alguna amiga, la tía y su madre para que la película avance en su relato. Este puede ser minimalista si se le mide por las variaciones y picos dramáticos de la narración, y maximalista si se lo estudia por su percepción. Al respecto, Berruezo Pichon-Riviére comprende muy bien cómo los objetos de la infancia y ciertas circunstancias impredecibles forjan las primeras impresiones que quedarán almacenadas en la memoria. En este sentido, es un film hecho de memoria (potencial), porque en el acopio de primeros planos de ventiladores, calcomanías, muñecas, salvavidas, números de un sorteo, una flauta dulce y tantos otros se sugiere que allí residen los signos tempranos del recuerdo. Esos objetos, como los sonidos del verano, habrán de invocar en el futuro la desaparición de la hermana de Cleo.