El sabor de lo conocido.
En el juego de los roles del cine argentino, Ariel Winograd ha asumido desde el inicio de su carrera el lugar del comediante. De director de comedias que pueden oscilar entre lo clásico y lo moderno, pero que tienen al cine industrial estadounidense como metro patrón. Con esa certeza y envidiable determinación construyó una carrera sólida y homogénea en relación a su persistencia en el género, pero también en cuanto al resultado final de sus trabajos. Winograd lleva media docena de comedias al hilo desde su debut en 2006 con Cara de queso. Cinco años separan a aquel debut de Mi primera Boda, primera comedia pura de su filmografía, y también la más floja. A partir de ahí Winograd ha hilvanado cuatro películas, incluyendo la recién estrenada Mamá se fue de viaje, que pueden haber golpeado con mayor o menor precisión, pero siempre han dado en el clavo del género.
De original hay poco en Mamá se fue de viaje, cuyo argumento trae desde el comienzo el sabor de lo conocido. Víctor y Vera llevan 20 años de matrimonio, tienen cuatro hijos y se reparten los roles familiares del modo más clásico posible. Él, empresario medio pelo que consiguió con esfuerzo llegar a gerente de recursos humanos de una cadena de supermercados de insumos industriales. Ella, abogada, dejó de ejercer para convertirse, maternidad mediante, en un ama de casa más sufrida que abnegada, a pesar de que se trata de una familia de clase alta y cuenta con el apoyo estratégico de “la señora de la limpieza”. Fe de erratas: está bien, ahí donde se ha dicho “clásico” debe leerse “conservador”; tanto como el posterior planteo. Vera se queja de que no da más y Víctor retruca que no es para tanto: “sabés lo que daría por estar todo el día en casa con los chicos”. Las consecuencias no se harán esperar. Ella se irá de viaje por unos días, dejándolo a cargo de todo.
Lanzada la bomba, el trabajo de Winograd consiste en mostrar las consecuencias que la explosión provoca en la vida de Víctor, dejando a Vera en un oportuno fuera de campo idílico. Porque si bien el planteo es conservador, no lo es tanto como para arruinarle a la mujer sus merecidas vacaciones. En cambio registra a conciencia la esperable ineptitud con que Víctor trata de suplirla en la cotidiana tarea de ser padre a tiempo completo. Aunque el nudo del relato parece un poco anacrónico, alcanza con atender a la realidad para darse cuenta que quizá no lo es tanto. Es cierto que Mamá se fue de viaje está construida a partir de fórmulas; que abunda en situaciones ya vistas hasta en los dibujos animados; que los cambios operados en sus personajes parecen no ser más que superficiales, y que no consigue nunca convertirse en una comedia de carcajadas, más allá de momentos esporádicos. Pero así y todo logra mantenerse en aceptable estado de gracia. Buena parte del mérito radica en un acertado elenco, con Diego Peretti y Martín Piroyansky como estandartes, buenas labores de Carla Peterson y de los cuatro chicos. Todo eso sin restar importancia al oficio del director, quien maneja los tiempos para que lo viejo mantenga algo de su conocido encanto.