Mamá

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

El instinto no muere

El director argentino Andrés Muschietti, actualmente radicado en España, sale airoso en su debut cinematográfico con este relato originado a partir de Mamá, corto de 4 minutos que lleva el mismo título de este film, bajo la tutela nada menos que de Guillermo del Toro, responsable de convencer al argentino para entrar a las grandes ligas del cine industrial con un presupuesto importante que ya se ha recuperado con creces tras su estreno en los Estados Unidos.

El abandono, la desprotección y el instinto maternal son las ideas nucleares de este relato terrorífico que puede enrolarse en el tipo de terror psicológico sobrenatural con un abundante ingrediente melodramático que sintoniza de manera perfecta con el tono elegido cuando el protagonismo se lo llevan dos hermanas de 6 y 8 años, Victoria (Megan Charpentier) y Lilly (Isabelle Nélisse), a quienes su padre se las lleva a una casona de un bosque para suicidarse junto a ellas debido al embate de una crisis económica que tuvo como principal víctima a la madre de las niñas. Pero la casa está habitada por un ente que pertenece a una joven madre de hace 100 años y que las protege primero de las intenciones filicidas del padre y luego de la presencia de cualquier extraño que rompa el vínculo o lazo emocional entre las tres. No obstante, tras la desaparición de la familia, un tío, Lucas (Nikolaj Coster-Waldau), continúa durante 5 años con la búsqueda de sus sobrinas y para ello costea la logística precaria con la que cuenta hasta que finalmente sus empleados las encuentran. Sin embargo, la prolongada ausencia y el sometimiento a un estado salvaje ha generado en Victoria y Lilly un vínculo demasiado sólido con aquel ente a quien denominan mamá y que se ha instalado en sus vidas a pesar de haber encontrado en su tío y su pareja Annabel (Jessica Chastain), la familia sustituta en lo que significa un intento de reinsertarse a la vida social y familiar.

Si hay algo que puede definir el derrotero de Mamá es la presencia de lo femenino durante todo el desarrollo dado que los hombres parecen quedar en un segundo plano y por otra parte la justificación de lo monstruoso o lo que está fuera de los parámetros normales planteado como una lucha de fuerzas entre dos mujeres: una que pese a estar muerta no ha perdido su nexo maternal y otra que no necesariamente desea convertirse en madre pero que de a poco transita por ese proceso de manera involuntaria al tener que hacerse cargo de las sobrinas de su novio.

El otro concepto interesante que maneja con sutileza el director argentino obedece a la idea de relacionar lo fantasmático con una emoción distorsionada que logra materializarse en la figura monstruosa, aceptablemente construida desde los efectos visuales y la contextura alargada que de cierta forma disuelve el aspecto corpóreo cuando el rostro no se encuentra en un primer plano. Al respecto, durante las dos primeras mitades, Andrés Muschietti se las ingenia para dosificar la presencia fantasmal valiéndose de los recursos cinematográficos como las sombras o el poder expresivo de sus actrices menudas a partir de la mirada y de la subjetividad más que de la muestra concreta de la criatura.

Los climas de tensión y suspenso, algún que otro sobresalto bien logrado, se acumulan frente al drama y en eso es de destacarse la buena actuación de Jessica Chastain con un cambio absoluto de look y personalidad que hacen de esta actriz realmente algo serio en materia de género.

Tal vez pueda reprocharse la última parte donde el lirismo llega un tanto forzado pero no deja de ser bienvenida la apuesta a algo que huye de los lugares comunes aunque es justo decir cumple a rajatabla con los códigos del género incluso en los momentos en los que debe exponer el artificio y mostrar más de lo recomendado para no despertar suspicacias en aquellos espectadores que siempre buscan ver la misma película de fantasmas.