Y sí, hay tantas canciones de ABBA que bien se puede hacer una segunda película (aunque se repiten algunas canciones, porque hit es hit) sin problemas. La primera le gustó a mucha gente: aclaremos que no a este escriba que siente todo demasiado desprolijo y teatral, con no pocas bajas de tensión. Esta segunda parte es menos Filomena Marturano que la historia de un par de maternidades (la del personaje de Streep, la del personaje de Seyfried, más la aparición de la abuela Cher) y casi, en parte, una “precuela” de la anterior. La gracia del asunto consiste menos en esta historia aleccionadora de familia (que tiene algo de los Campanelli, si perdonan el anacronismo) que, como corresponde, ver a actores consagrados cantar los hits de la sempiterna banda sueca. La desprolijidad sigue, pero la simpatía enorme de los involucrados hace que uno, en cierto punto del film, se deje llevar y listo. Por cierto, lejos de la mejor tradición del musical clásico, y con más tufillo a teatro que a cine. Pero Streep haciendo comedia (y desde que empezó a cantar hace casi treinta años) es siempre algo que levanta cualquier historia. Todo el secreto está en que nadie note el esfuerzo y que parezca una película realizada en unas vacaciones por el solo hecho de pasarla bien. No es poco, a esta altura del año cinematográfico, y no se puede pedir mucho más. Seguramente salga tarareando.