Quienes en su momento amaron la comedia musical de Catherine Johnson están de parabienes. Contrariando el dicho habitual, esta segunda parte no es mala. Incluso, puede parecerles todavía mejor. Más elaborada, con un libreto ingenioso, una que otra coreografía medianamente exigida, el amable reencuentro con intérpretes y personajes bien recordados, chistes familiares sobre el paso del tiempo, el aporte de sangre nueva y la reelaboración más o menos lograda de algunos clásicos del grupo ABBA, con el agregado de otros temas menos difundidos. El libreto no es demasiado consistente, pero es simpático: Sophie, llena de inquietudes y buenas noticias, vuelve a la isla y se pregunta por las andanzas juveniles de su madre, lo cual permite combinar secuela y precuela en una misma obra. Como dicen que la vieja se murió, hay también una puntita para la emoción del público fiel. De todos modos, predomina el jolgorio, hasta hay sobredosis de jolgorio forzado, para que el público salga después entonando las canciones de la película, que es lo que corresponde, sobre todo en este subgénero que ha dado en llamarse musical jukebox. Todo eso, para quienes amaron la obra original. Quienes, en cambio, vayan como acompañantes obligados, saldrán canturreando, como los Decadentes, "tanta alegría seguida me va a hacer mal". Rodaje en la península del Pilion y en tres islas de las Espóradas, allá por el Egeo Central, ninguna de las cuales se llama Kalokairi.