Gente como uno
Una historia a simple vista sencilla sobre la posibilidad de elaboración de las perdidas a las que nos enfrenta la vida.
De una estructura y desarrollo casi clásico, sino fuese por esos intersticios a modo de flashback que nos van reconstruyendo la vida pasada de Lee Chandler (Casey Affleck), un sujeto presentado como un hosco encargado de las reparaciones hogareñas de varios edificios en la cosmopolita Boston. Hasta que una llamada, esperada, nunca deseada, lo hace retornar a su pueblo natal, ese que le da nombre al titulo.
Otra vez, como en su vida pasada, llega tarde, no estuvo donde debería haber estado. Cuando arriba a Manchester Joe Chandler (Kyle Chandler), su hermano, ya ha fallecido a causa de esa insuficiencia cardiaca contra la que luchó durante largos años. El recado que le deja a Lee tiene formato de sobrino adolescente, que se haga cargo del joven, tarea de lo improbable cuando se lo muestra imposible consigo mismo.
Esa relación debe volver a constituirse, pero ambos son dos desconocidos que se conocen y se aman desde siempre.
El laconismo con que es narrado todo, mostrado todo, los espacios físicos son expuestos con esa misma parsimonia que el devenir interior del personaje central. La parquedad sin vida se hace nudo a cada instante. Trabajado desde la cámara, sus movimientos sutiles, casi reacomodaciones, del cuadro, el manejo de la luz y el color paste, crean un verosímil indiviso.
La utilización de primeros planos sobre el rostro de Lee o cercano a los personajes, en los momentos actuales, casi sin aire en el cuadro, asfixiando a todos, incluido el espectador, se contrapone a la apertura de la imagen cuando la vida era otra, o era otro el que la estaba viviendo. Tal es la sensación que denota el rostro de Lee, cuando un recuerdo se hace presente.
Simultáneamente, la utilización del sonido como narrador, el recurso de la banda sonora en forma empática sobre la imagen y la historia, dando cuenta por momentos que esta cinta homenajea a su manera a ese otro gran drama familiar que es “Ordinary people”, ganador del premio de la academia en 1981. Desde la música coral sin instrumentación, hasta la utilización de fragmentos de música sacra y barroca, el adagio” de Albinoni, suena increíble y justo en la escena del duelo, otro tanto sucede con “El mesiah” de Haendel que no pasa desapercibida.
Otros varios elementos en común, la tragedia, dos hermanos, un joven que se apoya en la música y el deporte para sostenerse, su despertar sexual, madres desaprensivas, padres desgarrados.
Lo que despega una realización de otra es la performance de Cassey Affleck construyendo un personaje complejo en solitario, como lobo estepario, con una economía de recursos histriónicos increíble sólo equiparada en la escena que sobre el final juega con Michelle Williams en el personaje de Randi, siempre nombrada pero que hace su aparición sobre el final, ese sólo momento le alcanza a la actriz para mostrar su estatura como actriz.
Un filme triste, melancólico, que es una radiografía sobre la imposibilidad de perdonarse, y seguir viviendo cuando la culpa no deja de aplastar.
Viene precedido de varias nominaciones al Oscar, esperemos que en algunas se le haga justicia.
(*) Dirigida por Robert Redford, en 1980,