Pocas películas en el último tiempo abordaron los temas del duelo y la culpa a través de una experiencia tan visceral como la que presenta Manchester junto al mar.
Una producción que originalmente iba a representar el debut como director de Matt Damon, quien también iba a interpretar el rol principal.
Sin embargo por inconvenientes con su agenda laboral, el actor delegó la realización en Kenneth Lonergan, con quien había trabajado en el film Margareth (2011).
Pese a que la trama ofrece un dramón intenso, la película del director Lonergan representa la contracara del cine manipulador que solía hacer Alejandro González Iñárritu (30 gramos) hasta no hace mucho tiempo.
Manchester junto al mar nunca fuerza las emociones del espectador ni exagera a través del melodrama la historia de vida de sus personajes.
Si bien el argumento es fuerte y no toca temáticas placenteras, el relato evita con éxito los golpes bajos que podría haber tenido el mismo conflicto en manos de otros cineastas.
Lonergan nunca abruma al espectador con las situaciones dolorosas que vive el personaje principal y descomprime el tono meláncolico de su relato con algunos diálogos graciosos.
Momentos amenos que contribuyen a que la historia no termine convertida en una obra de Corín Tellado.
El mismo tratamiento lo encontramos en el enfoque que le dio a Cassey Affleck a su interpretación, quien compuso su personaje desde un lugar muy interno en el que se expresa a través de gestos sutiles.
La labor que ofrece en esta película resulta conmovedora justamente por la naturalidad que le dio a su rol y los elogios que recibió hasta la fecha no son gratuitos. Si llegara a ganar un Oscar por este papel sería un premio justo.
Otra figura destacada del reparto es Michelle Williams.
Aunque tiene pocas escenas en el film, cuando aparece su personaje deja un gran impacto en la historia. El momento final que comparte con Affleck es de lo mejor que vi en el género del drama en mucho tiempo y no en vano terminó siendo la imagen del póster.
Mi única objeción con esta producción pasa por su duración, cuyos 137 minutos no tienen razón de ser. Lonergan se excede de manera innecesaria con la resolución de la historia y el film se alarga más de lo debido porque contiene varias escenas que no le aportan nada al desarrollo de los personajes.
El mismo conflicto tranquilamente se podría haber narrado en menos tiempo.
Al margen de esta cuestión, Manchester junto al mar es un sólido drama que merece su visión si te atraen este tipo de historias.