Kenneth Lonergan logra narrar un sentido drama muy alejado del golpe de efecto emocional, recurso del que suele abusar este género.
Los géneros, tantos literarios como cinematográficos, se configuran como tal por poseer ciertos rasgos o motivos generales en común, pero últimamente el fenómeno de la hibridación nos ha traído obras que se disponen de un modo muy original y representan un objeto de análisis sumamente interesante.
Un ejemplo es La Llegada, de Denis Villeneuve, film que logra fusionar la ciencia ficción con el drama y la intriga, inclusive añade una estética poética. Esta historia, alejada de todo cliché, concibe un modo infrecuente para abarcar este combinado de géneros.
Otro caso es Manchester junto al mar, un drama que roza todo el tiempo con lo trágico, pero con un procedimiento narrativo muy alejado del golpe de efecto emotivo. A su vez que utiliza una dosis de humor, que no funciona de modo catártico, sino como un laconismo inmerso en un estado de sufrimiento que jamás se sobresalta.
La trama del film sigue a Lee Chandler (Casey Affleck), una especie de conserje que se encarga del mantenimiento de varios edificios. Él repara lamparitas, quita la nieve de los cobertores, hasta destapa inodoros ajenos. Él es un hombre solitario, con la mirada perdida, con muy mal humor, se suele emborrachar y no cede ante los encantos de mujeres bonitas.
Nos damos cuenta que algo le sucede y comenzaremos a conocer su historia desde el momento que reciba una llamada telefónica, en la que le informarán que su hermano ha muerto. Regresar a su lugar de origen, el pequeño pueblo norteamericano al que alude el título, será uno de los detonantes que alumbren una dolorosa verdad.
Una historia tan fragmentada como su protagonista, que se irá reconstruyendo a través de flashbacks, elemento utilizado de forma consistente por el director, ya que no solo servirá para generar mayor misterio a la trama, sino también para indicar el estado anímico de Lee.
Un relato que tomará los tiempos de la cotidianidad, en el mejor de los sentidos, para generar mayor empatía con los personajes y recorrer un entramado tan bien orquestado —con transformaciones y revelaciones— que convergirá en una resolución de conflicto exacta y equilibrada.
Casey Affleck se destaca componiendo a un Lee desgarrado por el dolor, al igual que su ex esposa, interpretada por Michelle Williams, quien en una asombrosa escena de pocos minutos, entrega su corazón en bandeja, con una confesión reprimida por años de tormento.
Toda esta suma de elementos hacen de Manchester junto al mar un drama que describe de manera conmovedora estados emocionales rabiosamente humanos, bien distanciado de esa autocompasión light que suele caracterizar al género.