Un denso melodrama, pero muy sentido y completo.
No hay narración más compleja que la de contar una historia de gente de a pie, gente que nos rodea, gente que bien podríamos ser nosotros mismos. Buscar el interés y el gancho narrativo que pueda atraer a un espectador pura y exclusivamente con los elementos de nuestra cotidianeidad, es el desafío más grande que puede tener un guionista, un director o un actor. Manchester junto al mar consigue mucho de este objetivo a pesar de tener un tropiezo en particular.
Virginia Lago presenta:
Lee trabaja como conserje de un consorcio de edificios y tiene una vida monótona que abarca del trabajo a su casa, y de su casa al trabajo. Dicha monotonía llega a un alto cuando le notifican que su hermano acaba de fallecer y este le dejó la tenencia de su hijo de 16 años, lo que implicaría tener que mudarse junto a él. A Lee esta idea no le cae demasiado en gracia, y en la búsqueda de determinar que será del futuro del chico, surgirán las fricciones con él y el resurgimiento de una oscura parte de su pasado que creyó haber superado.
Manchester junto al mar tiene todos los ingredientes de un guion sólido: conflictos claros y resueltos adecuadamente (¿Qué va a pasar con los restos del hermano? ¿Quién se queda con la tenencia del chico? ¿Se va a mudar a Boston? ¿Qué va a pasar con el bote del hermano?), un desarrollo e interrelación de personajes tan detallados como multidimensionales (la relación entre el protagonista y su sobrino; y la relación del protagonista con su ex-mujer, aunque sea en instancias breves pero intensas) y un tema tan claro como psicológicamente complejo: el reconocer nuestras limitaciones y problemas, que estos no tendrán una solución rápida, pero no por ello debemos aislarnos de los que nos quieren.
No obstante, a pesar de estas virtudes, le encuentro un solo defecto que le impide alcanzar total grandeza: el ritmo. La carencia del mismo contribuye a una densidad que en más de una oportunidad hará mirar el reloj. No hay la menor duda que estamos ante los personajes más reales e identificablemente humanos puestos en una película en mucho tiempo, pero siento que esa detallada, lograda e intensa humanidad tuvo un precio y fue la fluidez del relato; una carencia que no echa a perder la película, pero impide que sus partes se consigan lucir como un todo.
Casey Affleck brilla con un rol increíblemente complejo que sabe bordar con sensibilidad, calma y sutileza. Este es un papel por el que no pasará desapercibido y hará que se lo tenga más en cuenta. Lucas Hedges, como su sobrino, prueba ser más que un digno acompañamiento, en un rol claramente adolescente pero que sabe bordar aquellos momentos donde el personaje evidencia una madurez más allá de sus años. Michelle Williams, si bien aparece poco, lo aprovecha enormemente.
Manchester junto al mar cuenta con una correcta fotografía y un prolijo montaje (más en cuanto a la yuxtaposición de los planos que al ritmo en si), y la dirección de Kenneth Lonergan es más que lograda; hace uso de una economía de planos dignos de estudio.
No obstante la desventaja que veo en este apartado es la música, que en mi opinión es sobrecargadamente melodramática (si están pensando en los clichados violines, sus instintos les sirven bien). Es como si la música te dijera no tanto “Acá tenés que estar triste” sino “Necesito que estés triste”. Y no lo necesita; las escenas en las que incurre este abuso ya están lo suficientemente bien escritas y bien actuadas como para subrayarlas de esa manera. Es este exceso el que muchas veces expone a la película al riesgo de parecer un telefilm presentado por Virginia Lago.
Conclusión:
Manchester Junto al Mar es una película de una intensísima humanidad, sostenida por sólidas actuaciones, una dirección clara en sus ideas y un guion que tiene todos sus elementos en su lugar. No obstante el tiempo que toma desarrollarla es la única piedra en su zapato, y su mayor desafío. Pero estoy en la obligación de decirles que si la tienen paciencia y ven más allá de este problema, se encontraran con una película única, de aquellas en las que Hollywood últimamente ya no apuesta. Esta es, como se dijo una vez de una gran película estrenada en 1980, una extraordinaria historia sobre gente corriente.