Un filme de box, con sacrificio, triunfo y punch
Edgar Ramírez es el boxeador panameño Roberto Durán, acompañado por Robert De Niro como su entrenador.
Con las películas de boxeadores -que dicho sea de paso, ya merecerían tener un subgénero aparte- pasa que muchas circulan como en una misma autopista, sin bajarse en ninguna salida hasta llegar a destino. Y otras, como Manos de Piedra, se permiten tomar una bajada y volver a subir más adelante.
Roberto “Manos de Piedra” Durán fue no sólo un campeón mundial, sino el orgullo de Panamá. Con sus subas y sus bajas, sus muestras de solidaridad con los más pobres en su terruño y también sus excesos.
El filme de Jonathan Jacubowicz plantea una doble entrada, sobre la que machacará todo el relato: mostrar a Durán como un emblema contra los Estados Unidos, por la “apropiación” del canal de Panamá, sumado al deseo innato del boxeador de venganza (su padre era un marine estadounidense y abandonó a su madre).
La historia real de Durán tuvo otros ribetes, que el filme con Edgar Ramírez no soslaya, pero donde no hinca el diente. Lo toma desde pequeño, deambulando las calles y lo ve crecer, en la vida, en el ring y en su familia.
Un filme de box necesita, además de punch, corazón, historias de triunfos, sacrificios y, cuándo y cómo no, controversias. Manos de Piedra las tiene.
Hay un punto de inflexión, cuando el hambre de gloria que tiene todo boxeador, Durán lo cambia por otro más literal (el hambre que no quiere tener más, que sufrió de chico), y se excede de peso y debe dar la revancha a Sugar Ray Leonard, al que le había arrebatado el título.
Las escenas sobre el ring no tienen la fiereza de una de Rocky, ni la elegancia de Toro salvaje, pero cumplen con el cometido de que el espectador se sienta allí, pisando la lona del cuadrilátero.
Ramírez (Carlos, de Olivier Assayas) gana la pelea interpretativa por nocaut. Y tiene en su rincón a Robert De Niro como Ray Arcel, el legendario entrenador, en lo que bien podría ser otro renacimiento del actor de Cabo de miedo.
Rubén Blades, Ellen Barkin y especialmente la cubana Ana de Armas (estará en Blade Runner 2049...) tienen su peso en la trama, aunque sus roles hayan servido más como espejo para que confronten los personajes de Durán y Arcel.