World Building: el recurso narrativo por el cual el escritor crea un universo diferente al actual – con su propio set de reglas – y que utiliza como escenario para desarrollar un conjunto de historias.
Si hay un género que ha hecho uso y abuso del World Building, sin lugar a dudas es la ciencia ficción – el otro sería la fantasía -, ya que juega con realidades alternativas. En algunos casos es simple (un mundo futuro donde los robots conviven con los humanos) y, en otros (mucho mas ambiciosos) el escenario es tan radicalmente diferente al actual que precisa un narrador de gran calidad y estilo como para que sepa vender semejante disparate al lector / espectador. El caso ejemplar por excelencia es Duna de Frank Herbert, cuya versión cinematográfica (by David Lynch) falló miserablemente al vomitar toneladas de reglas incoherentes al espectador en cuestión de minutos (religiones alternativas, una droga alienígena que expande la mente, razas en guerra por el dominio de la droga, profecías sobre la aparición de dioses cambiando el equilibrio del universo, etc) y generando por antipatía una distancia infranqueable con el público, poniéndoselo en su contra aún cuando el resto de la historia tuviera elementos mucho mas entendibles. Jackson, Walsh y Boyens han hecho maravillas con las dos trilogías basadas en las historias de la Tierra Media de J.R.R. Tolkien, destilando simpleza y economía en un relato muy extenso y sofisticado… pero pareciera que hubieran perdido el buen tino, y ya no saben sintonizar con el público o tamizar los defectos de la historia a adaptar. Acá se han tirado de cabeza con una historia enorme (que tampoco es un clásico de la literatura sino una serie de novelas para Jóvenes Adultos) y se les termina escapando de las manos simplemente porque hay demasiado y no hay suficiente tiempo como para explicarlo sin caer en ridiculeces o que al espectador se le ocurran preguntas de respuesta infranqueable y reñida con la mas mínima lógica. El problema es que Philip Reeve no es Tolkien (ni tiene su altura ni su belleza narrativa) y, por lo tanto, era necesario filtrar elementos (o alterar el orden de cómo se presentan las cosas) para que la gente vaya asimilando lentamente el universo disparatado que pretenden que compremos. Entonces lo que queda es un relato con estupideces precoces (poner como reliquias de la antigua civilizacion a dos figuras de los Minions!), un universo steampunk difícil de tragar (masivas ciudades móviles que utilizan… ¿qué cacso de fuente de energía?; ¿acero??), cosas que aparecen de la nada y no se calienta nadie en explicar (hombres resucitados y convertidos en robots humanoides) y toneladas de datos históricos inventados y dichos al pasar que lo único que hacen son generar mas y mas interrogantes en el público. Mortal Engines no es tan intragable e insufrible como la Duna de Lynch porque las aventuras que sufren los protagonistas se pueden seguir y hasta son previsibles, pero el World Building apesta y pierde toneladas de piezas por el camino. El formato ideal para esto era el de miniserie, pero dudo de que Reeve como autor tenga el mismo porte (y cantidad de adeptos) que Frank Herbert.
Esto es Mad Max con hiper esteroides. En vez de coches peleando en una carretera post apocalíptica, tenemos masivas ciudades rodantes (!!!) (que alguien me explique la física de esto: los alemanes en la Segunda Guerra Mundial no podían mover un hiper tanque de 160 toneladas como el Landkreuzer y acá manejan moles de miles de toneladas de peso – y con miles de personas en su interior -, pisteando como si fueran muscle cars sin desarmarse en el intento) que se chocan entre sí y en donde las mayores depredan (capturan) a las mas pequeñas y las desguasan para usarlas como recursos. La estupidez con esto es que teóricamente asimilan a los habitantes de las ciudades capturadas, o sea que la Londres móvil que dirige Hugo Weaving se vuelve cada vez mas masiva aunque estén llorando de que estén cortos de suministros. Es mas lógico, como ocurre en otra parte del film, decir que los tipos capturados vayan a ser convertidos en salchichas (el Soylent Green está hecho con gente!) para alimentar a los londinenses en vez de tener una estúpida comunidad cosmopolita donde puede haber una guerra civil en cualquier momento ya que debe haber un montón de prisioneros que desean vengarse de la fuerza colonizadora. En fin, como sea, lo cierto es que todo esto transcurre 1.000 años en el futuro, que la tecnología ha evolucionado y retrocedido a la vez (no hay televisión pero sí naves voladoras), y que Londres anda depredando ciudades pequeñas por toda Europa mientras planea activar una antigua arma de destrucción masiva para apoderarse de un reducto rico en recursos pero fuertemente armado, situado en la zona de China. En el medio hay una chica que quiere vengarse de Weaving porque mató a su madre, un co-protagonista que está de adorno y tiene cero química con la heroína (Robert Sheehan, un terrible error de casting), una china y su séquito (en onda Matrix) que está contra la ciudades depredadoras (y hacen causa común con la heroína), y una heredera que empieza a ver los sucios manejos de su padre y se decepciona hasta el punto de la rebelión. Pero como si toda esta sanata no fuera suficiente delirio, el relato tira a un robot humanoide que una vez fue un humano, y que crió a la heroína cuando quedó huerfana y – como rompió la promesa que le hizo, de transformarse ella misma en robot y acompañarlo por toda la eternidad – entra en modo Terminator a full, aniquilando todo lo que se interpone a su paso y desactivándose de la manera mas estúpida después de liquidar a medio cast. Oh, sí, es ridículo y gratuito; si al menos hubiera cambiado de bando, entendiendo las razones de la heroína, quizás su presencia fuera justificada; pero…
El drama acá es que los libretistas respetan demasiado al autor como si lo suyo fuera la Biblia; gracias a esto hay unos cuantos malos diálogos, poses hechas, golpes de efecto gratuitos y bastante épica hueca. No hay manera de congraciarse con Hester Shaw y no es un problema de la actriz Hera Hilmar sino que el papel está mal escrito. Hugo Weaving destila maldad y complejidad (lo suyo es una causa trágica si se lo ve de cerca) y hay un grupo de veteranos (Patrick Malahide, Colin Salmon, Stephen Lang como el mamotreto mecánico) que condimentan las cosas con perfomances de altura, pero casi todo el cast joven (a excepcion de Hilmar) tiene el nivel actoral de una telenovela.
Mortal Engines es un fallido experimento steampunk donde el esplendor visual no logra camuflar detalles estúpidos del relato. No es una historia que me interesaría ver convertida en franquicia. Uno rechina los dientes con una cuantas ocurrencias del libreto / la historia, y eso es por impericia de los guionistas, porque cualquier relato – por mas delirante que sea – puede ser vendido si se encuentra el enfoque adecuado. Acá solo tenemos velocidad y ritmo a costa de credibilidad, y una historia tan episódica que pierde profundidad y fluidez. El odio de Hester Shaw queda disuelto en el maremagnum de los efectos especiales y en una troupe de malos actores jóvenes con poses cool, lo cual desmadra las buenas intenciones de la historia.