El futuro casi nunca promete nada muy promisorio, por lo menos en el ya casi interminable subgénero de las historias post apocalípticas con personajes adolescentes. El problema es que estos films se parecen demasiado unos a otros, y cada subproducto de teenagers rebeldes del futuro resulta más previsible. La combinación de estos defectos es poco feliz, aun si se trata de una superproducción escrita y producida por Peter Jackson, que le da su primera oportunidad como director a Stephen Rivers, que desde hace tiempo se dedicaba a los storyboards.
El tema es el de un mundo donde luego de una guerra devastadora, el planeta queda lleno de zonas destruidas, y las ciudades se mueven de un lugar a otro con enormes ruedas, convertidas en metrópolis andantes dedicadas a saquear. La novela de Philip Reeve toma su idea de uno de los viajes de Gulliver, cuando el famoso personaje visitaba la ciudad de Laputa, todo un hito de la imaginación de hace tres siglos del genial Jonathan Swift. El guión de esta saga en cuatro partes tenía potencial para una película mucho mejor que esta, sobre todo dado el nivel que uno espera de uno de sus autores, Peter Jackson.
Las escenas de acción y escenografías imponentes están casi calcadas de clásicos de Terry Gilliam, futurismos más creativos de Luc Besson y, sobre todo, de “Star Wars”, lo que no tiene el menor sentido. Claro, hay dos o tres escenas espectaculares muy bien resueltas, y una única gran actuación, la de la cantante coreana Jihae como una revolucionaria tan cool como sanguinaria.