Cuando un director, productor, y guionista ganador de, al menos, once Oscar en una de sus películas se aboca a un nuevo proyecto uno debe como mínimo prestar atención. No es un currículum común y corriente. Peter Jackson tiene peso propio en Hollywood, pero además es un gran contador de historias como lo ha demostrado en la saga de “El señor de los anillos” (2001-2003) o en “King Kong” (2005). Así pues, luego de la trilogía del “Hobbit” (2012-2014) y antes de dedicarse de lleno a una nueva aventura de Tintín, continuación de aquella de Steven Spielberg, se metió a producir y escribir la adaptación de “Máquinas mortales” junto a nada menos que Fran Walsh y Philippa Boyens (trío ganador del premio de la Academia por mejor adaptación, por cierto).
Partamos de una base. La fuente original, o sea el cuarteto de novelas escrita por Philip Reeves es mediocre e inverosímil, pero en lugar de tomarse las licencias necesarias para corregir un par de horrores narrativos los guionistas eligieron ser literales. Así, este futuro post apocalíptico generado por la “Guerra de los 60 minutos” mantiene en la pantalla un par de ilógicas que dan un poco de vergüenza por su endeble justificación. La ciudad de Londres que se traslada montada en grandes maquinarias con ruedas, y la desaparición del pensamiento científico, son botones de muestra suficientes.
Hera (Hester Shaw) es una rebelde del sistema y está tratando eliminar a Thaddeus Valentine (Hugo Weaving), el líder de Londres que, como casi todo político, tiene un tipo de discurso pero otro curso de acciones. En ese contexto conoce accidentalmente a Tom (Robert Sheehan), un chico perteneciente a la clase de historiadores, encargado de rescatar la vieja tecnología de las ciudades que son apropiadas. Ambos serán perseguidos al principio. y ya fuera de la ciudad se convertirán en involuntarios compañeros de saga.
Como suele suceder en este tipo de historias habrá tribus asesinas, peligros de todo tipo y por supuesto un grupo de valientes que representa la resistencia. En este caso la “Che Guevara” contra el sistema es Anna Fang (la cantante Jihae). Este personaje en particular y su entorno será lo más interesante que esta producción va a ofrecer a lo largo de más de dos horas en una trama que por momentos se vuelve algo caótica en su explicación, con líneas de diálogo de una solemnidad e intrascendencia pasmosa, y una banda sonora que se encarga de subrayar todo e indicarle al espectador cómo tiene que sentirse.
Mientras tanto, el público tendrá el doble trabajo de entender el sentido, la lógica dentro de un contexto ausente de tal, además de tratar de conectar con un elenco que trata de estar a la altura del género. Más extraño aún es la media docena de veces en las cuales pareciera que el relato arranca nuevamente, como sino terminara de entender su propio ritmo. Tal vez la inexperiencia de Christian Rivers como director sea la razón principal para entender que la película le quedó grande. Hay tres libros más, pero la peor noticia es que o debería arrancar todo de nuevo, o simplemente invertir en otra cosa.