Mar de sangre (Shark Bait) tiene el encanto de las películas que sabemos de memoria. La predictibilidad, el guion de fórmula y los lugares comunes son elementos y decisiones que forman parte de un subgénero industrial para “pasar el rato”, como se dice, sin otro propósito que el de hacernos ver lo que ya vimos cientos de veces.
Sin embargo, es en el uso de estos recursos trillados donde reside su mayor problema, porque su director, James Nunn, cree que tiene que filmar lo que ya vimos sin esmerarse en entregar una sola escena memorable o algún momento que se salga de las reglas establecidas por las películas de tiburones asesinos.
Como suele pasar en este tipo de películas de terror y suspenso, los primeros minutos se encargan de presentar a los personajes principales, por lo general jóvenes estúpidos que están de vacaciones en algún lugar paradisíaco y que no miden las consecuencias de sus descontrolados comportamientos juveniles.
Esta es una constante de las producciones veraniegas con tiburón blanco al acecho. El escualo irá matando a los personajes uno por uno hasta llegar a la protagonista, quien, después de vivir un infierno acuático en el que la sangre fluye tanto como el agua, se tiene que enfrentar con el gigante de mandíbulas mortales en un duelo imposible.
Los personajes son, por supuesto, estereotipos, y sus nombres y diálogos delatan su procedencia de clase. Hay una joven que se llama Milly (Catherine Hannay), por ejemplo. Y Tom (Jack Trueman), el novio rubio de Nat (Holly Earl), la final girl, tiene toda la pinta de lo que despectivamente se conoce como “Tincho”.
Al grupo de amigos, al que lo completan Tyler (Malachi Pullar-Latchman) y Greg (Thomas Flynn), no se le ocurre mejor cosa que robar dos motos acuáticas para hacer carreras y piruetas suicidas lejos de la costa. Cuando se encaran de frente a toda velocidad, las motos colisionan y los jóvenes quedan varados en medio del mar.
Ya saben lo que sigue a continuación: un tiburón blanco los empieza a rondar para comérselos. Los jóvenes harán todo lo posible por resistir, o por llegar nadando a un barco al que logran divisar, mientras luchan contra el animal asesino que los ataca cada vez con más ferocidad, lo que también la convierte en una película de supervivencia.
Si bien por momentos logra un suspenso aceptable, la película se va desinflando y tornándose un poco tediosa, a pesar de su corta duración. Esto se debe a que James Nunn no ofrece ninguna novedad en el tema, casi como si la hiciera con el piloto automático del género, sin aportar ninguna escena novedosa.
La falta de imaginación, la escasa creatividad y el poco pulso para mantener el suspenso hacen de Mar de sangre una de esas películas que sirven para conciliar el sueño en un colectivo de larga distancia. Respeta las reglas principales del subgénero, pero entretiene muy poco. Es un ejercicio noble de artesanía, pero sin demasiados sobresaltos y sin nada para agregar ni para destacar.