Esos malditos escualos asesinos.
Dentro del cine de terror hay un subgénero conocido como Eco-Terror y que refiere a toda clase de amenaza de origen animal contra el hombre. En esta clase de cine la figura antagónica y por lo tanto aterradora será algún tipo de animal con un violento instinto que atacará a imprevistas víctimas al sentirse amenazado en su hábitat. Entre estos salvajes animales se encuentran los tiburones, escualos de grandes dimensiones, dieta carnívora y un verdadero aspecto de temer. El culpable de poner en la mira del miedo a estos particulares peces fue el realizador Steven Spielberg, que con solo 29 años filmó el clásico Tiburón (1975), una magnífica película de Eco-Terror por dónde se la mire. Su dilatado clima angustiante, su estilizada puesta en escena y trasfondo psicológico, junto con la virulencia de los ataques del tiburón, más la espeluznante música a cargo de John Williams (ganadora del premio Oscar) fueron suficientes para lograr una de las películas más importantes para el subgénero y también de una gran influencia para futuras cintas de similares características. Las tranquilas playas nunca más lo fueron y el peligro inminente del ataque de un furioso escualo quedó en la memoria de muchos espectadores, logrando un verdadero terror de índole naturalista.
A 48 años del estreno de Tiburón, hasta el día de la fecha nos siguen llegando otras historias dónde los tiburones aún siguen causando temores. En esta oportunidad será el caso de Mar de Sangre, una película dirigida por el realizador James Nunn y protagonizada por Holly Earl, Thomas Flynn, Jack Trueman, Joshua Takars y elenco. La trama que se nos propone es bastante básica: un grupo de jóvenes decide pasar un fin de semana descontrolado en una bella zona de playas. Sus personalidades están bien basadas en prototipos: la chica sexy y poco pensante, el chico guapo; el tímido; el lanzado y finalmente la chica callada, pero bien determinada y que tendrá una figura central en el relato. Tras la obvia ingesta de alcohol los amigos deciden robar unas motos de agua, pero a mitad del mar sufrirán una violenta colisión que los dejará varados en el lugar. Todo se volverá una pesadilla cuando un siniestro tiburón comience a rodearlos y a eliminarlos uno a uno.
Se puede apreciar apenas comenzado el film que su director James Nunn quiso homenajear al Eco-Terror, más que nada creando un clima de total incertidumbre en un ambiente de amenaza que ya es un lugar común para el subgénero. Las impactantes apariciones del animal, junto a los sangrientos y brutales ataques del depredador, son suficientes para espantar. El uso del fuera de campo para las escenas del tiburón quizás sean de lo más acertado, también su aparición por partes, todo para crear suspenso. Los sustos a cada aparición del bicho/ monstruo serán inevitables. Hasta ahí todo bien y aceptable, pero donde la película falla es en la parte actoral y narrativa: el guion a cargo de Nick Saltrese, será muy incongruente, con momentos de verdadera incoherencia y encima con actuaciones de ignotos e inexpresivos intérpretes, que no dan pie con bola, como suele decirse. Lo que podría haber sido una buena idea para un pasable exponente de Eco-Terror, se vuelve así en un simple entretenimiento pasatista y no mucho más.
Para quienes gustamos del mar, pero somos bien conscientes de sus peligros, principalmente gracias a Steven Spielberg, Mar de sangre, no es una mala opción. Ofrece por una parte una desinteresada diversión y por otra, pasajes de gran tensión. Los tiburones, como los peligrosos y respetables animales que son, aún no están en peligro de extinción, para bien de su naturaleza y para mal de los incautos humanos que se atrevan a enfrentarlos. Y parece ser que el Eco-Terror, este interesante subgénero que nació allá por los 70’s, que tuvo tanto éxito a nivel mundial y que aún sigue dando frutos a pesar de los escasos resultados, tampoco tiene miras de extinción aún.