Con una dupla protagónica formidable, Mar del Plata es una comedia para treintañeros sin demasiadas pretensiones pero con momentos realmente logrados. Los directores debutantes Sebastián Dietsch y Ionathan Klajman, el primero marplatense y el segundo israelí, sólo se propusieron narrar un periplo entre dos viejos amigos que oscilan permanentemente entre el amor y el odio y que en ese desbalanceo emocional generan chispas realmente divertidas. El conflictivo dúo viaja en auto a la ciudad balnearia del título con el objetivo de aprovechar una estadía gratuita y se encontrarán allá con algunos personajes y hechos –una ex novia, un escritor pedante, alguna salida inapropiada- que incentivarán sus disidencias personales pero a la vez les harán vivir eventos inesperados y no tan negativos. Los diálogos y situaciones urdidas por ambos cineastas no sólo son graciosos sino también inteligentes, y aciertan con algunos recursos expresivos como los flashbacks con viejas fotos fijas, la pantalla dividida y los coloquios a cámara de uno de los personajes. De todos modos en el último tramo varias líneas interesantes de la trama se pierden y podrían haber sido mejor aprovechadas. Pablo G. Pérez y Gabriel Zayat, como ese par de inmaduros en crisis, alcanzan momentos desopilantes, a lo que se suman los buenos aportes de Lorena Damonte y Pablo Caramelo.