A mitad de camino
Como en la reciente Voyage, voyage, Mar del Plata tiene a dos treintañeros en crisis emocional modificados luego del desenlace de un viaje. En este caso el recorrido no los lleva a la zona cuyana, sino por las arenas de La Feliz. Ellos son amigos, aunque su relación tiene un grado de crueldad y cinismo poco común en estos vínculos, llegando incluso a trompearse en pleno viaje.
Una vez en la ciudad, uno de ellos se encontrará con su primera novia, quien está de viaje con su flamante marido escritor, mientras que el otro inicia un flirteo con una joven camarera del parador. A partir de ahí, la dupla comienza el viaje mental de casi todas las road-movies.
Estrenada en el Festival de aquella ciudad en 2012, Mar del Plata es una de las películas amables y amenas que “se dejan ver” sin ninguna dificultad: fluye, sus personajes -aunque esculpidos sobre la matriz del estereotipo. son simpáticos y el desarrollo es correcto. El problema es que la ópera prima de Ionathan Klajman y Sebastián Dietsch quiere ir mucho más allá de lo que puede, y por momentos abraza un tono entre lúdico y metadiscursivo propio de la factoría Pampero Cine, rompiendo la cuarta pared, jugueteando con la relación entre imágenes y sonidos, no del todo desarrollado.
Así, Mar del Plata oscila entre la preocupación por sus personajes y la autoconciencia de sus recursos, quedándose a mitad de camino, más o menos a la altura de Dolores.