Escenas frente al mar
Mar del Plata es una comedia nacional pequeña -sin llegar al extremismo bonsái de esta crítica-, amable, fluida e irregular. Dos amigos de treinta y pico, edad a la que tantos sueños ya se convirtieron en frustración, viajan a la costa, donde se encuentran con la ex novia de uno de ellos y su actual marido: un escritor tan soberbio como mediocre. Nuestros antihéroes, bastante infantiles, agresivos entre sí (el paso del tiempo dificulta, también, la convivencia entre amigos), pusilánimes con los demás, nos darán su punto de vista. Sobre todo Joaquín (Pablo Pérez), que incluso hablará a cámara y nos invitará a acompañarlo en flashbacks simpáticos: el tono que, junto con una ligera melancolía, nos transmite la película.
La opera prima de Ionathan Klajman y Sebastián Dietsch comparte elementos con Incómodos, aunque el filme de Esteban Menis tenía un registro más enrarecido.
Mar del Plata se corre del realismo de un modo leve, discreto: por ejemplo, cuando un simple peloteo playero se transforma en una suerte de duelo de western.
Así como la Patagonia suele representar un territorio de quiebre y redención en el cine nacional; la costa atlántica -fuera de temporada- representó el mapa interior, semiamargo, del paso de la adolescencia a la adultez. Así ocurrió en el Nuevo Cine Argentino; así ocurre, más allá del humor, en Mar del Plata.