Caminos que se bifurcan
La carencia de pretenciosidad es sin lugar a dudas la mayor de las virtudes de esta ópera prima de los directores y guionistas Ionathan Klajman y Sebastián Dietsch y eso es lo que permite que los realizadores apliquen desde el punto de vista narrativo recursos cinematográficos potentes para llegar a muy buen puerto con Mar del Plata.
El balneario costero al que hace referencia el título del film es el mejor pretexto no desde lo geográfico sino en su carácter simbólico para que los caminos bifurcados de Joaquín (Pablo Pérez) y David (Gabriel Zayat) confluyan en un lapso de dos días en el que la convivencia y amistad que los une se ve en constante peligro, pero la necesidad de un cambio en sus rutinas hasta el momento es el cemento de contacto para que uno se pegue al otro.
No hay mejor forma que abordar el pasado de un personaje a partir de su propia mirada desde el presente, ese elemento distintivo permite desde un guión inteligente, con diálogos agudos, construir varios puentes comunicantes entre los personajes sin atarse a una historia que pueda acumular flashbacks y perder sorpresa con el correr de los minutos. A eso debe sumarse la elección de una pareja de actores que resulten convincentes en sus roles de amigos -como en este caso- aunque la decisión que predomine el punto de vista de Joaquín sobre el de David genera con el espectador un grado de complicidad interesante y la chance de romper un molde en la forma de narrar cuando el registro de contar a cámara o reflexionar -con lo que podría definirse una falsa voz en off- permite una mayor flexibilidad en el abordaje de cada personaje desde su propia idiosincrasia, más que por el efecto de sus acciones o conductas.
Mar del Plata por otra parte es un film que utiliza la estructura de road movie como presentación al igual que sucede por ejemplo en Villegas (2012) de Gonzalo Tobal, que abandona en el mejor momento a sus personajes en una deriva existencial profunda mientras todo parece lúdico o banal con situaciones que no terminan de resolverse o avanzar hacia lugares convencionales para conseguir, en el mejor sentido, desviar la atención del público una vez superada la dialéctica de la rivalidad, los celos, la envidia entre Joaquín y David, quienes son lo suficientemente diferentes en sus personalidades aunque ninguno se despoje del todo del niño interior o ese adolescente eterno, que hace un poco menos cruel la realidad de la madurez tras fracasos en todos los órdenes de la vida.
La presencia de personajes secundarios funcionales y no de relleno enriquece la anécdota del viaje de los amigos a niveles impensados para cobrar un verdadero sentido y peso en la pareja protagónica, ya sea desde la presencia indeseada de una ex novia de Joaquín (Lorena Damonte), casada con un escritor exitoso (Pablo Caramelo) que opera de antagonista ideal, o en el caso de David la posibilidad de comenzar con una chica joven (Daniela Niremberg) la relación que lo reivindique ante su par que critica su egolatría de manera constante.
A Mar del Plata, que ya viene recorriendo diferentes circuitos de festivales exitosamente, no le falta ni le sobra nada; es divertida porque no está atada al realismo mustio que a veces el cine argentino abraza con tanta devoción pero sobre todas las cosas es una propuesta tan honesta como audaz que vale la pena conocer.