Reconciliables diferencias
Así como en otro estreno reciente (el film turco Los tiempos de la vida), en Mar negro el disparador de la historia es el conflicto que en muchas familias genera el cuidado de los ancianos. Aquí, la veterana Gemma (gran interpretación de Ilaria Occhini, premiada en Locarno por este trabajo) sufre la muerte de su marido y los hijos deciden contratar a Angela (Dorotea Petre) una joven inmigrante ilegal rumana para que la cuide en un departamento de Florencia.
Gemma está dolorida, enojada, resentida y, por supuesto, su víctima no puede ser otra que la dócil y bienintencionada Angela, que apenas balbucea algunas palabras en italiano y tarda en encajar con la idiosincracia de su nuevo país. Entre la tiránica patrona y la joven que no puede permitirse perder el trabajo (poco a poco, iremos conociendo su precaria situación en Rumania) la situación resulta siempre tensa, cruel, casi de sometimiento.
La película -que tiene algunos elementos que remiten a Como la sombra, de Marina Spada- adquiere un rumbo bastante previsible (surgirán ciertos rasgos de humanidad en la señora italiana, algunas confesiones de la joven inmigrante y, así, se irá abriendo un hueco para el entendimiento mutuo), pero al menos el debutante Bondi sortea buena parte de las convenciones de la corrección política que suelen imperar en este tipo de historias.
Las actuaciones de las dos protagonistas, ciertas pinceladas socioculturales (como la cobardía y los prejuicios de los vecinos respecto de los inmigrantes) y el tono cuidado, nunca altisonante, por el que opta Bondi hacen de Mar negro un film valioso.