La posibilidad de acercarse al otro
La opera prima de este director actualiza una anécdota familiar, y lo inserta en el clima de rechazo a la inmigración imperante en Europa. Una anciana queda al cuidado de una empleada rumana, y juntas deberán hacer un viaje que las unirá.
En los últimos meses diferentes cinematografías nos han permitido acercarnos a historias que tienen como protagonistas a personajes que ya han entrado en la vejez, que nos son mostrados en su relación familiar y con el medio social, que nos llevan a conocer su mundo personal. Así, en un cruce de voces generacionales, podemos recordar Mil años de oración de Wayne Wang, Algún día comprenderás de Amos Gitai, Las flores del cerezo de Doris Dörrie, Los tiempos de la vida de Yesim Ustaoglu, entre otros. Sin olvidar el film argentino de Carlos Sorín, tristemente ignorado, La ventana, film de raíz chejoviana que nos lleva a seguir muy de cerca los últimos días de la vida de un hombre.
A diferencia del cine estadounidense, gran parte de otras cinematografías se ha proyectado a obras de un gran perfil humanista, frente a sociedades abiertamente despersonalizadas y con una tendencia a borrar su memoria histórica. Huelga señalar que siempre, en algún lugar, aún en el poderoso país del norte, pese a la diferencia abismal de oportunidades, siempre hay realizadores, creadores, que resisten desde sus espacios alternativos. Pero lamentablemente parte de esa obra no tiene circulación en otras latitudes.
De origen italo rumano, la opera prima en el campo del largometraje de Federico Bondi, Mar negro permite enmarcarse en estas primeras consideraciones. Y lo hace no sólo en relación con esta etapa de la vida, sino además con uno de los hechos más cruciales de las nuevas políticas europeas: las que remiten a la cuestión inmigratoria. Y más aún en un país como Italia donde los nuevos decretos apuntan a considerar al indocumentado como un delincuente y a quien lo aloja como cómplice.
Es en la zona de la Toscana, espacio en el que Florencia asoma con toda su historia, donde transcurre este singular, minimalista relato, que se apoya, igualmente, en una experiencia de vida del propio realizador. Pero el hecho de estar ambientada allí, en ese espacio alejado del gran centro urbano, no lleva a su director a seguir una vía turística. Por el contrario, elige los espacios familiares, domésticos, en ese vínculo que comenzarán a transitar una anciana, reciente viuda, con su asistente, una joven de origen rumano que se encuentra allí por diferentes razones.
Bondi, ya con algunos cortometrajes, partió para la escritura del guión con Ugo Chiti de una experiencia de orden familiar. Y es que la motivación partió del recuerdo de una situación que comenzó a crearse entre su abuela y una joven extranjera que la acompañó hasta el último momento de su vida. Desde esta perspectiva, se nos va a plantear como un viaje que ambas mujeres no sólo atravesarán literalmente sino como una metáfora de lo que deben afrontar juntas, frente a obstáculos e imprevistos.
El título del film, Mar negro, es un permanente fuera de campo, es el que se nos sugiere a través del relato de esa otra mujer que ahora comienza a aproximarse a la anciana mujer. Ese lugar está en esa otra dirección, en aquella otra orilla a la que ambas se acercarán. Film construido en base a ciertos supuestos y marcadas elipsis, Mar negro dibuja un montaje de rostros y gestos, de actitudes en elocuentes planos cerrados.
La recién llegada, contratada por el hijo de la anciana, que sólo puede desplazarse con ayuda de un bastón, será considerada por ésta como una temida extranjera. En los primeros momentos del film, todo irrita a la señora Gemma: ciertos hábitos, su dificultad con el idioma, su manera de ser. Ante su hijo que habita en Trieste, de igual manera poco afectivo, lejano, Gemma paulatinamente permitirá que Angela le otorgue un nuevo sentido a su vida, con sus particulares altibajos que nos van describiendo sus propias contradicciones.
Desde los títulos de presentación, el film se va abriendo en dos espacios cuya metáfora es la figura del río. Dos espacios mediados y separados por una frontera, dos culturas diferentes. Film de bajo costo, realizado en el marco del cine independiente, que se inscribe en el llamado "cine independiente europeo", Mar negro es una coproducción que va marcando el conflicto inicial que se da entre dos mujeres de diferentes culturas, edades, visiones del mundo.
Angela es el nombre de la joven extranjera, ella tiene una historia personal que debe resolver. Desde el inicio del film, la presencia de este orden está presente en el film en ese río que deberá volver a surcar. Desde ese barrio suburbano de Florencia hasta el espacio familiar de Angela, ya en Rumania, ambas han podido recorrer un camino de conflictos y de comprensión. Uno podría pensar, desde algunas muy lejanas resonancias, en el multipremiado film de Bruce Beresford de 1989, Conduciendo a Miss Daisy, en los días posteriores a la Segunda Guerra en los que una viuda aristocrática se resiste a aceptar en un primer momento a su asistente, un atento chofer negro.
Actriz de gran trayectoria teatral, Ilaria Occhini fue merecedora del premio a la mejor actriz por su actuación en este film en el Festival de Locarno. Su acompañante es Doroteea Petre, actriz de origen rumano que señala el carácter de coproducción del film.
Mar negro es un film que elude explicaciones y nos lleva a recorrer con una mirada profunda los universos de dos personajes que, en su inicio, están marcados por una fuerte tensión de rechazo. Un film que es en sí mismo un viaje que apunta a un conocimiento mutuo a través de poder escuchar al otro, de detenerse en sus gestos.