Las aguas divididas
Esta coproducción italiana, francesa y rumana es la ópera prima de Federico Bondi, quien cuenta con un importante background en el ámbito de comerciales, video clips, cortos y documentales. El film es uno de esos pequeños proyectos independientes financiados con pocos recursos y que logran hacerse camino en los festivales internacionales ajenos al circuito masivo comercial, para así llegar al gran público.
Dos mujeres son las protagonistas de esta historia. Una anciana italiana y la muchacha rumana que la cuida, recién llegada a Italia. Ambas conviven en la misma casa y aprenden a conocerse hasta que llega una noticia desde Rumania, y la joven debe partir hacia el Mar Negro -que da título al film- a buscar a su marido, perdido misteriosamente. Así es como encuentran un motivo para emprender juntas un viaje de auto conocimiento y poder entonces sobrellevar la soledad que transitan.
Mar Negro (2008) está conectado en forma directa con la propia vida del director. Buceando un poco en su propia infancia y a manera de autobiografía, desata y desnuda el alma de estos personajes. Allí encuentra la riqueza humana que esos relatos de su niñez despertaban en su ilusión e imaginación. Dos cualidades que combina el cine, junto con la inteligencia, claro está, otra virtud que Federico Bondi hace presente para ser imprevisible, sumamente efectivo y natural en su narración.
Es en esta esencia personal (que podremos aventurar viendo el film, pero que conoceremos con certezas si nos adentramos en la historia de vida de este director) donde la dimensión privada y el tono íntimo permanece invulnerable, carente de artificio, inundada de franqueza, de estado virgen, de sentir sin filtros. Esta dirección de estilo va forjando un cáliz dramático que se fortalece en cada escena y un equilibrio actoral necesario para asumir en estos dos personajes principales dos miradas diferentes de un mismo mundo, esa ambigüedad de lo real que termina atrayendo los polos y camuflándose en similitudes.
Con puntos en común con las recientemente estrenadas Goodbye Solo (2008, Ramin Bahrani) y Los tiempos de la vida (Pandora’s Box, de Yeşim Ustaoğlu) el film deja ver las carencias que viven a diario los inmigrantes, en este caso en la Europa occidental. Es de elogiar la simpleza y la profundidad con la que Federico Bondi plantea una problemática que por una cuestión demográfica y socio cultural (la pirámide de la edad en Europa se inclina cada vez más hacia una población adulta) es cada vez más palpable. La dificultad del cuidado de los ancianos por parte de sus propios hijos reside en las exigencias extremas, el caos imperante y la vorágine contrareloj que la vida moderna impone.
Mar Negro también es una mirada, incómoda y nada complaciente de nuestra sociedad sobre sí misma. Esa sociedad que margina o coloca sobre ellos el manto de la duda a los que son distintos, minusválidos, ancianos o extraños a un lugar. En este terreno también proporciona un ámbito para la discusión cultural. Estas dos mujeres que en apariencia pueden tener poco en común, establecen un lazo amistoso muy fuerte, mostrando los mundos paralelos de una Europa dividida políticamente, casi desde su raíz. Y en este ejercicio de mutuo descubrimiento, ambos personajes van barriendo sus incertezas, afianzando su confianza, revelándose contra el mundo y solidificando su amistad en base a afecto y solidaridad.