Nada es lo que parece
Drama italiano de Federico Bondi.
Dos mujeres, una anciana que acaba de enviudar y una joven rumana, inmigrante ilegal en Italia, a la que contratan para cuidar a la señora en su departamento en Florencia, son las protagonistas de Mar negro, opera prima del italiano Federico Bondi en la que abundan clisés en el retrato de ese choque de caracteres, pero que poco a poco va remontando la cuesta hasta arribar a un no menos clásico final de previsible entendimiento.
Gemma (Ilaria Occhini, veterana actriz, premiada por este papel en el Festival de Locarno del año pasado) vive amargada y culpando al resto del mundo de sus pesares. Por supuesto que ve con malos ojos a la recién llegada, que reemplaza a otra mujer a la que hizo despedir. Pero en la historia de Angela verá reflejada la suya, sus sueños postergados, el deseo de sobreponerse a las adversidades.
Algún manejo en el que el maniqueísmo se hace evidente impide poder considerar a Mar negro una obra acabada. Es en las actuaciones de Occhini y Dorotea Petre (mejor actriz en Un certain regard en Cannes 2006 por Como celebré el fin del mundo) donde mejor se recuesta el director.
A la primera impresión de que Gemma es insufrible y Angela todo candor le va ganando la apuesta de que nada es lo que parece si se escarba en los corazones de las protagonistas. En eso sí, Bondi acierta, pero para ello hay que pasar casi una hora de relato.
Tal vez el hecho de que la historia que cuenta se basa en hechos que le tocaron vivir de cerca (Gemma es en verdad su abuela, y Angela, la persona que la cuidaba) lo haya obligado a idealizar de más algunas cuestiones. Eso es lo que, como un boomerang, le juega en contra al realizador nacido en Florencia, como la nona.