Maracaibo

Crítica de Roberto Iván Portillo - Cinéfilo Serial

La historia se centra en Gustavo (Jorge Marrale), un doctor narcisista, conservador, burócrata y snob que busca la reivindicación constante de sí mismo. Al principio del film se denota que su ego opaca la propia presentación de los otros; es que todo lo demás se muestra a través de esta mirada. Su ascenso hace olvidar por completo el mérito de su hijo, terminar la carrera de animación, y también su lugar dentro de la familia.

Su esposa (Mercedes Morán) ve todo el juego desde otra perspectiva, y ella decide no intervenir ni afectar las creencias de su marido. Son cosas con las que mejor no pelear.

La vida del cirujano cambia por completo por dos hechos: uno intrascendente y el otro trágico. El primero consta de enterarse de que su primogénito está enamorado de uno de sus colegas de la facultad, ergo es homosexual. Nada más tenaz y desequilibrante que encontrar a tu hijo rebelandose, de forma no consciente, contra tus creencias. Gustavo comienza su primer recorrido por la aceptación con este pequeño acto. No es menor tampoco que se percató de esto viendo a su hijo en pleno coito.

El segundo acontecimiento que irrumpe definitivamente en el protagonista es la muerte misma (tanto carnal como espiritual) de su hijo. El adiós es transcurrido por un asesinato generado por dos delincuentes que entran a la casa a robar algo de dinero. Y luego de la tragedia, el médico emprenderá una búsqueda (sin respuesta) del dolor, de la muerte, de la venganza y de la contingencia.

A partir de ese momento, habrá una persecución no solo de los criminales (Nicolás Francella y Luís Machín), sino de todos los que lo rodean. ¿Hasta dónde llega la culpa? ¿Es posible lidiar con la pérdida? Lo no dicho funciona en un metraje que se apoya en un montaje algo absorto.

Un enajenado Marrale saca a flote este melodrama que tranquilamente se podría hundir solo en su propia temática. Es el artista con una destacada faceta quien junto a Morán hacen una dupla paternal creíble y perceptible. Los momentos de melancolía se apoyan no solo en la deslumbrante mirada del intérprete sino en una meticulosa fotografía.

Los puntos más flojos de la propuesta se encuentran dentro de la misma narración, que utiliza diálogos forzados, casi perdidos. La construcción de los personajes se va perdiendo a medida que avanza la cinta.

El director trata de ordenar varias ideas de su cabeza en un relato desmedido. Pero la escena más desconcertante, que da nombre al film, es la mala utilización de un corto animado para generar emotividad. La lágrima fácil no llega, y confirma lo predecible que tiende a ser el largometraje al final, destruyendo todo el clima llegado hasta el momento; lo convierte en una construcción banal y no humana.

“Maracaibo” busca empatizar dos problemáticas centrales como la aceptación en su relación padre/ hijo y la irracionalidad de la falta de límites que puede tener el dolor. Son dos grandes inquietudes para una película chica.

Puntaje: 2.5/5