Así como sucedió con los documentales sobre One Direction o Justin Biever, “Márama – Rombai, el viaje” se inscribe dentro de los productos encorsetados del último devenir de la música pop adolescente, vacía y sin contenido.
Como no podía ser de otra manera el producto arranca con voces, aullidos y silbidos típicos de recital de estadio y claramente con una canción. “Estoy ansioso por estar solos tu y yo, mientras te invito una copa y fingimos que hablamos” dice la letra de la canción “Loquita”, un edulcorante de los varios que escucharemos mientras se insertan imágenes de fanáticas, entrevistas a algún productor, los chicos llegando a algún hotel o jugando a los video juegos. La película cuenta la reunión entre ambos grupos, Márama y Rombai y el viaje que los trajo a la Argentina pasando por Showmatch y por el Luna Park.
Puede que la información que se vierte desde el escaso guión ayude a entender el fenómeno, de ahí a que guste hay un paso gigante pero. en definitiva, estamos frente a un estreno que claramente apunta a su público, ávido de ver a los pibes y chicas en situaciones más cotidianas.
No van a faltar declaraciones tendientes a mostrar cuan “sacrificada” es la vida de los integrantes del grupo, lo “terrible” que es ser famoso y lo extenuante de las giras.
Más allá de un producto carcasa, al cual se podría desmontar a estos chicos y poner otros, un montaje efectista, que por momentos abusa de los cortes y la música, está el tratar de entender cuál es la impronta si es que la hay.
En un momento, Camila Rajchman, la ex cantante de Rombai, tira una definición contundente sobre la banda: “…eramos un grupo de amigos haciendo payasadas y a la gente le gustaba…”. Sin darse cuenta, definió también ésta película.