Tras los pasos de una estrella del boxeo
El sábado 7 de junio, Sergio Maravilla Martínez defenderá ante el puertorriqueño Miguel Angel Cotto el título de los medianos de la CMB en el Madison Square Garden de Nueva York. Casi a modo de promoción de esa pelea, llega a los cines este documental sobre el boxeador quilmeño, con eje en el momento cúlmine de su carrera: la pelea contra Julio César Chávez Jr., en la que consiguió el cinturón que ahora pondrá en juego.
Juan Pablo Cadaveira es un argentino radicado en Nueva York con antecedentes como montajista; para su opera prima, filmó a Maravilla durante dos años en España, Estados Unidos, México y Argentina. Entre material propio y de archivo, reunió 150 horas de grabación. Ese exhaustivo trabajo se luce: la producción de la película es notable.
El desafío, ante tanta materia prima, era encontrar un foco atractivo. En ese sentido, Cadaveira -admirador de esa joya del documental boxístico que es Cuando éramos reyes- acertó al apostar a contar principalmente los vaivenes organizativos de la pelea Martínez vs. Chávez Jr. De esa manera, le da un interés adicional a la película, que retrata los intrincados recovecos del negocio boxístico y a personajes increíbles de ese ambiente, como el fallecido José Sulaimán, el promotor Sampson Lewcowicz o el mismísimo Don King.
En paralelo, se va contando la historia de vida de Maravilla, con testimonios de familiares e imágenes de archivo de sus primeras peleas. Y está bien que esa historia esté en segundo plano, porque no escapa del lugar común del boxeador que tuvo que abrirse camino a los golpes. Quizás ese sea el punto débil de la película: respeta demasiado la historia oficial y no muestra a un Martínez muy diferente del que hace dos años se vio hasta el hartazgo por televisión.
El clímax es la pelea en sí misma: una prueba de que está bien narrada es que logra atrapar aunque uno conozca el desenlace. Se va mostrando lo mejor de cada round en paralelo con las reacciones de la familia de Maravilla, que la palpita desde la casa familiar de Quilmes. Se escuchan las instrucciones de los rincones, se sienten los golpes, se huele la sangre. Y se goza cuando el muchachito de la película levanta los brazos, triunfante.