Otro esfuerzo para establecer una marca
Aunque impactan las imágenes de las contiendas de Maravilla Martínez en pantalla grande, el documental de Juan Pablo Cadaveira es rígido y lineal en su estructura, y su eficacia decae a la hora de jugar a denunciar los manejos irregulares que hay en el boxeo.
Apenas faltan diez días para que el argentino Sergio “Maravilla” Martínez defienda por segunda vez su corona de campeón del mundo de boxeo en la categoría de los pesos medianos. La misma en donde reinaron los enormes Carlos Monzón y Marvin Hagler (a quien también apodaban Maravilla), la más importante en la tradición de ese deporte después de la de los pesados. Y curiosamente es el cine el infrecuente espacio desde donde se comienza a generar expectativa. ¿O será casualidad que el documental Maravilla, la película, de Juan Pablo Cadaveira, se estrene justo ahora? Sin dudas, no. Y es el desarrollo mismo de la película el que permite confirmarlo.
La carrera de Maravilla no ha sido fácil, aunque su talento dejara suponer desde sus primeras peleas que se estaba en presencia de un boxeador con futuro. El mismo que, ojalá no demasiado tarde, por fin tendrá su pelea más exigente ante Miguel Cotto nada menos que en el Madison Square Garden de Nueva York. El trabajo de Cadaveira es eficiente en ciertos puntos, como mostrar la cinematográfica pelea de Maravilla contra Chávez Jr. desde la intimidad de la propia familia del campeón. O al reconstruir el duro recorrido (desocupación en los flexibilizados ’90 y emigración poscrisis del 2001 incluidas) que debió realizar antes de recibir el unánime y merecido reconocimiento del que goza en la actualidad. También es impactante rever algunos highlights de sus grandes peleas en pantalla gigante: el estilo vistoso de Maravilla luce estupendamente en el cine y deja en claro que no hay ninguna película que desde la ficción haya conseguido reconstruir de manera realista la épica carnal del boxeo. Después de ver la realidad magnificada, no hay Rocky ni Toro Salvaje que valgan sobre el ring.
Sin embargo, lejos del estilo plástico e impredecible de Maravilla como boxeador, el documental de Cadaveira es demasiado trasparente respecto de sus intenciones, rígido y lineal en su estructura, y su eficacia decae a la hora de jugar a denunciar los manejos irregulares que cualquiera intuye son moneda corriente en el boxeo, simplemente porque no hay ninguna denuncia. Es cierto que el director no presenta su trabajo como una investigación sobre la corrupción en este deporte. Aun así, resulta contradictorio subrayar las tramoyas de las que se valen las asociaciones de boxeo pensando antes en el negocio que en los deportistas, en un film que a veces da la impresión de ser una pieza de promoción para sostener a Martínez como un producto exitoso dentro de ese mismo dirty business. De hecho, la película registra los diferentes esfuerzos extradeportivos del protagonista y su entorno por transformar a un pugilista notable y poco popular –talón de Aquiles que le costó perder su título fuera de la arena en 2010– en una marca vendedora. Que uno de los productores del documental sea Lou DiBella, promotor boxístico de Maravilla, resulta una evidencia significativa en relación con esa idea. Nada nuevo en un deporte en donde no pocas veces las peleas se empiezan a ganar haciendo ruido, mucho antes del primer campanazo.