Es notorio ya desde el arranque de Marea baja: ese hombre que llega a un desolado paraje del Delta del Tigre esconde un secreto. No habla demasiado, apenas lo necesario para que una mujer del lugar le rente un espacio donde refugiarse, y recorre el lugar, un entorno selvático rodeado del agua marrón del Paraná, buscando algo que no sabremos qué es exactamente hasta la aparición de dos exóticos matones que lo pondrán en serios aprietos.
Seis años después del estreno de su primer largometraje, El sueño del perro, Paulo Pécora, periodista especializado en cine y director de numerosos cortos muy elogiados, regresa al mismo ámbito de aquel debut para armar con paciencia e imaginación un inquietante thriller de bajo presupuesto sostenido por la solidez inapelable de su protagonista (Germán de Silva, el mismo de la celebrada Las acacias, de Pablo Giorgelli), muy bien acompañado por Susana Varela, actriz de larga trayectoria en el teatro porteño. Pécora logra construir un clima amenazante y ominoso con una modesta gama de recursos, a contramano del despliegue fastuoso que el cine industrial pone en marcha cuando busca el puro impacto, pero no descuida ningún aspecto técnico de la película. En ese sentido, es notable el trabajo de cámara, realizado en forma colectiva por varios de los integrantes del equipo de filmación, una saludable apuesta por el trabajo cooperativo que no conspira en absoluto con la estudiada propuesta visual del film.
En su corta estadía en el lugar, el protagonista se enredará en un par de encuentros amorosos con su seca anfitriona y su pareja, una mujer más joven, antes de que lleguen sus violentos secuaces a reclamar la parte de un botín mal habido que simboliza ajustadamante un destino negro para todos.