Moroso policial que daba para un corto
Algo que cuesta perdonarle a un largometraje que sólo dura 73 minutos, es que sea demasiado lento, más cuando cuenta una trama policial, género que requiere aunque sea un mínimo de ritmo y tensión.
Esto es lo que sucede con "Marea baja", que demora unos 40 minutos en empezar a hacer que pasen las cosas que viene prometiendo desde la primera mitad, que más que nada, parece un largo prólogo.
Germán De Silva es un el lacónico personaje protagónico, aparentemente fugitivo y refugiado en una isla perdida en el Delta, paso previo a su escape al Uruguay. Alojado en una especie de parador típico de la zona donde viven dos mujeres, este hombre evidentemente también anda buscando algún botín enterrado, lo que lo lleva a andar con una pala en medio de la vegetación. Otras veces, seguramente inspirado por la naturaleza que lo rodea, se inyecta drogas con una jeringuilla, lo que le provoca visiones de todos los insectos del lugar, en una serie de tomas de gatas peludas, hormigas y abejas dignas de Discovery Channel.
Buñuel decía que cuando una película le salía un poco corta, siempre metía algún sueño. Aquí hay varios sueños, pero ninguno con la imaginería de Buñuel, aunque hay que reconocer que las imágenes del Delta siempre son atractivas y el director las aprovecha lo mejor que puede (a veces apelando a demasiados planos cámara en mano, lo que le da cierta desprolijidad al conjunto).
El sonido es interesante al concentrarse en generar un clima agobiante, aunque a veces se le va la mano y los pajaritos y luciérnagas se vuelven insoportables e, incluso, cuando ya llega la atendible acción policial, los sonidos de la naturaleza suenan mucho más alto que los disparos de las pistolas.
Sintetizando, como cortometraje "Marea baja" hubiera estado bien. Como largo, se queda demasiado corto.