Cuando la imagen y la circunstancia parecen importar más que las palabras, parece exponernos el colega periodista y director Paulo Pécora con su nuevos opus, Marea Baja.
Cine de miradas, silencios y sonidos ambientes para crear un clima entre extraño y ominoso que atrapa al espectador dentro de su atmósfera de rara sencillez. Lo que se cuenta es simple, un hombre llega a una zona incierta del Delta del Paraná, busca alojamiento y lo recibe una mujer. Pero de entrada sabemos que detrás de ese hombre hay otras intenciones, está buscando algo que quedó oculto en ese lugar.
Se trata de un ladrón que luego de un atraca huyó de sus socios y quiere escapar al Uruguay, pero antes debe retirar dinero de un botín que quedó allí y esconder otro monto.
Entre estos dos seres, mientras los días pasan se teje una relación que no sabemos a dónde conducirá, claramente se los ve como dos solitarios haciéndose compañía, caminando, sentándose en el muelle, acostándose, o mirándose. Primero irrumpirá otra mujer, hija de la otra, y la relación se turbiará cuando el hombre también tense lazos sobre ella.
Luego terminarán por llegar los socios para dar fin a la calma aparente. Si la historia es sencilla el entramado no es tal. Pécora tiene claras influencias, se inscribe en la línea de realizadores de un cine reflexivo, contemplativo.
Hay cosas que nos harán recordar patente a "El Aura", aquella joya incomprendida de Bielinsky, también hay mucho de la reciente "A la deriva", y esa idea de supervivencia cómo sea en un paraje desangelado y desolador.
Pécora echa mano a todo tipo de recursos para contarnos un western litoraleño disfrazado de algo superior. Planos picados, extensas secuencias, una fotografía oscura y sucia, un sonido que se agiganta o se pierde para crear clima y tensión, y un duelo actoral entre todos los personajes por expresar lo que pasa en sus interiores sin remarcarlo, tan sólo con un mínimo gesto.
En este sentido, Pécora encuentra en Germán Da Silva, Susana Varela, y Mónica Lairana a los intérpretes justos, con una total entrega a sus personajes. No es Marea Baja un cine para el público amplio, se la pide una cierta predisposición a un relato que avanza con un ritmo propio, que prescinde de la agilidad, y toma la parsimonia como una virtud; es más, se recomienda a quienes decidan verla, dejarla decantar, fluir sus concepciones.
Algunos podrán decir que es un film festivalero (cierto es que tiene un amplio recorrido por estos lugares en donde ha cosechado premios), críptico y que desafía la paciencia de su público; pero también es dueña de una extraña belleza y un armado mucho más complejo del que parece. Para los corazones dispuestos, quizás sea un experiencia que valga la pena vivir.