El hombre que esperaba la muerte
Las credenciales de extraño, paranoico y parco rápidamente se dibujan en el contorno de Pascual (Germán Da Silva) al llegar a la casona en el Delta en busca de refugio pero con un pie al borde de la huida. Precisamente en los bordes; en las orillas de la supervivencia y la muerte transita este segundo largometraje del crítico y realizador Paulo Pécora (ver entrevista en Cinefreaks) que coquetea con elementos genéricos del western, el suspense y el policial negro para indagar sobre los estados oscuros de la condición humana bajo la metafórica lucha entre la naturaleza del hombre y la otra naturaleza representada en la hostilidad de un escenario selvático como el propuesto por la geografía del Delta argentino.
Personajes sin pasado (el protagonista y dos mujeres) que pululan entre atmósferas oníricas, naturalistas o pesadillescas según el punto de vista que prevalece –el del propio Pascual en su ocaso- complementan una trama de tono minimalista donde aparentemente la muerte ronda a cada paso (incluso está presente en las cartas de tarot) y no hay vía de escape a pesar de la amplitud de espacio o la chance de atravesar un río hacia otro lugar al resguardo de los otros.
Esos otros, amenazantes, que primero se construyen desde la ausencia y el fuera de campo cobran sentido y se hacen realidad desde el clímax y anticlímax propuesto por Pécora, fiel al planteo de su historia que evade la redención desde el minuto uno y se deja atravesar por la tragedia y la oscuridad moral en sus diferentes facetas que estallan en violencia inusitada.
Si para El sueño del perro existía cierta esperanza en la veta espiritual y de la propia trascendencia, en Marea baja no es posible redimirse del pasado, que siempre acecha como aquel monstruo interior que todo lo domina y que emerge cuando la espesura parece aclarar porque no todo lo que brilla reluce, tampoco la condición humana.