Placer y martirio
Un hombre llega a un mundo alejado de la civilización. Ese hombre, de unos 50 años, camina con dificultad, pone atención a su entorno y llega a un lugar que parece conocer. Una casa que luce abandonada en el medio del bosque es en realidad una suerte de hostería. Una mujer lo recibe: “20 pesos el cuarto, 20 pesos la comida”. Es un universo austero, material y simbólicamente. En su habitación, el hombre esconde un fajo de dinero, revisa una herida en su hombro y limpia su revólver. Entre sus pertenencias hay también un kit con una jeringa, una goma elástica y alguna sustancia. Es un hombre misterioso, tal vez peligroso.
El escenario es el Delta del Paraná, y si bien el filme cuenta con Germán de Silva en el protagónico, y dos mujeres al inicio y dos hombres al final que se suman a la trama, el ecosistema es el otro gran protagonista constante del filme. El sonido de los insectos es tan ubicuo como el rostro adusto de Silva, y Paulo Pécora, el director de Marea baja, lo sabe perfectamente. La dimensión atmosférica de la película es tan relevante como su voluntad narrativa.
En Marea baja el director aprovecha muy bien su locación, en especial cuando el lugar entra en sintonía con la percepción y el estado de ánimo de su personaje principal cuando consume heroína, lo que provoca en él una intensificación visual del microcosmos que habita en el Delta. Las hormigas y los gusanos, en primerísimos planos, se desnaturalizan y adquieren un semblante demoníaco, una cualidad tenebrosa que el filme replica indirectamente a propósito de la superstición, aquí aludida a través de una tirada de tarot. Algunas pesadillas sirven para transformar el paisaje en un escenario onírico de inestabilidad y malestar. Lamentablemente, Pécora decide musicalizar con música ambiental y efectos sonoros electrónicos sus mejores secuencias sensoriales. Un subrayado innecesario.
Habrá quienes esperen más acción de un filme que pinta para thriller o western, y aunque habrá disparos certeros es posible que no resulten suficientes. Las virtudes de Marea baja son otras, discretas pero reales: en el contexto oscuro de su trama se divisan instantes de placer, como el que surge de mojarse los pies en el río. La mayor sorpresa es de otro orden: un plano subjetivo anuncia apaciblemente el fin de un mundo.