Una grieta descubierta en el Mar del Norte que pone en riesgo a una serie de plataformas petroleras, con la segura consecuencia de un derrame incontrolable. Tal es el punto de partida y llegada de Maremoto, una película que si bien se presenta como un exponente del cine catástrofe en realidad es un drama bastante lineal entreverado con un par de escenas espectaculares.
Cuando Sofía (Kristine Kujath Thorp), una ingeniera en robótica experta en manejar equipamiento en el fondo del mar, descubre que su novio Stian (Henrik Bjelland) quedó atrapado en la base de una plataforma próxima a hundirse por el fenómeno natural del título, decide desafiar cualquier orden y consejo para llegar hasta él, incluso sabiendo que probablemente no esté con vida.
De ese rescate, sus esperables giros dramáticos y no mucho más, se ocupa el film dirigido por John Andreas Andersen, que cuenta con un elenco que cumple especialmente en lo concerniente a suplir la falta de efectos digitales con caras de preocupación, corridas y gritos. Lo mismo pasa con la cámara, hábil a la hora de transmitir tensión y algo de claustrofobia en las escenas de rescate. Esta suma de ideas salvan por momentos al producto de ser “uno más”, pero no alcanzan para elevarlo a la categoría de “espectacular”.
Tanto el prólogo como el epílogo le dan al conjunto una pátina de falso documental, como para concientizar sobre la fuerza de la naturaleza cuando se meten con ella, pero en rigor lo que hay en el medio es un entretenimiento estándar sin demasiado brillo ni sorpresa.