Muchas veces el tema de un registro documental es tan áspero, doloroso y crudo, que su visión conmueve (y afecta) a su audiencia. Creo que he visto muchas veces investigaciones donde se trata el tema de los fusilamientos perpetrados por las fuerzas parapoliciales de represión durante la dictadura militar que gobernó nuestro país desde mediados de los 70 hasta principios de los 80 y sin embargo, sigue afectandome a la hora de su visionado. Era un preadolescente en esos años pero han quedado marcados a fuego en mi historia personal.
Es fuerte ser testigo de la etapa donde todos estos luctuosos eventos llegan a la luz y deben ser abordados por la sociedad para ser resueltos. Eso sucede con “Margarita no es una flor”, relato que busca poner en contexto un acto criminal con todas las letras (juzgado y con sentencia) en el cual un grupo de militares fusiló en las afueras de Margarita Belén, (Chaco), a la orilla de la ruta 11, a 22 presos políticos, todos pertenecientes a agrupaciones peronistas a fines del año 76.
Treinta y seis años tuvieron que pasar hasta que los acusados fueron condenados por esa masacre. Demasiado tiempo…
En esa dirección Cecilia Fiel elige traer la vida de Ema Cabral, militante de Montoneros, como figura para representar a los caídos en aquella luctuosa jornada. Avanza sobre su historia, a través del testimonio de sus seres queridos. La cuestión que desequilibra y duele es que el cuerpo de Ema nunca ha aparecido, por lo cual el relato se tiñe de impotencia y enojo… ¿Cuánto tiempo hace falta para sanar esa herida?¿Dónde hay que buscar para restaurar la memoria y duelar aquello que fue nuestro y ya no está? ¿Cómo nos sobreponemos a tanto vacío?
Sobre esta y otras cuestiones, Fiel avanza en su investigación, en un tono simple y didáctico, para quienes no están familiarizados con la cuestión. Recorre el territorio, desarrolla líneas para acercar información valiosa y encuadra testimonios que grafican la complejidad del problema. Nunca es lindo un documental donde se hable de desaparecidos en Argentina. Pero son necesarios. Vitales para comprender el momento en que estamos como sociedad.
Cerré mi pasaje por sala con muchas preguntas, internas, personales y pensaba que en ese recorrido, “Margarita no es una flor” se suma a aquellos films que deberían verse en todas las escuelas, instituciones barriales y centros culturales, como forma de acercarnos a una cuestión que nunca más, debe repetirse en nuestra amada Argentina.