La cuarta película de Liliana Paolinelli es un dardo arrojado al centro mismo del deseo. Tiene la puntería de un atleta olímpico, la precisión de un relojero y el ritmo de un músico minimalista. Todo está bien en Margen de error, pues la hermosa meditación transgeneracional que pone en escena la directora cordobesa es suficiente para entrever el surgimiento del deseo amoroso, la ardua tarea interpretativa que conlleva combinar el deseo propio con el del otro y el tiempo necesario para comprender lo que se quiere (y se puede). Para todo esto, le alcanza con indagar acerca de los efectos impredecibles que suscita la aparición de una joven en la vida de una mujer de más de cincuenta años.