Mari trabaja como empleada doméstica en la Ciudad de Buenos Aires. Habla muy poco, en su casa y en el trabajo. Un día llama a la casa de Adriana (co-directora de la película), para quien trabaja desde hace 30 años, pidiendo refugio porque acaba de irse de su casa, donde vivía con su marido que la maltrata, sus hijos y sus nietos.
Frente a presiones sociales y familiares, va tomando la palabra y viviendo su vida según su voluntad, largamente reprimida, redescubriéndose y vinculando su experiencia con una problemática social. Al mismo tiempo, cambia la relación con Adriana y su familia.