Del encierro a la libertad:
En el comienzo es la sorpresa: de los vecinos del barrio de Ferreñafe y de su empleadora. Mari (María Luisa Suárez) es empleada doméstica en varias casas en Capital Federal, incluso desde hace muchos años trabaja en la de la realizadora cinematográfica Adriana Yurcovich. Su vida la dedica al trabajo y a asistir a la Iglesia evangélica. Ni sus vecinos o empleadores conocían la realidad de su vida doméstica. Ella no contaba nada y nadie tampoco preguntaba. Hasta que un día en un acto de valentía y empoderamiento, Mari decidió dejar su hogar y solicitó permiso para alojarse en la casa de la familia de la directora. Al tomar contacto con su historia, las realizadoras Adriana Yurcovivh y Marina Turieh (madre e hija) decidieron realizar un documental que la toma como protagonista, en contraposición a una vida siempre en rol secundario.
La de Mari en el comienzo es la situación de una mujer proveniente del interior del país, que con escasos recursos y un hijo viene a Buenos Aires en busca de una vida mejor, pero se ve envuelta en el infierno de la violencia de género. Su pareja es un hombre celoso y posesivo, que se emborracha, le pega y la amenaza cuando se retrasa en sus actividades por algún motivo nimio. Este hombre lentamente fue coartando sus vínculos con la familia y permanentemente la menosprecia. El vinculo se perpetúa, pese al miedo, por los pedidos de perdón y las promesas de cambio, que pronto se desinflan, reiniciándose el circuito de maltrato.
Una noche, la del 8 de Marzo, Mari regresa algo más tarde de la Iglesia luego de ver una película sobre la violencia hacia las mujeres. Su pareja ha puesto un candado en la reja de entrada y Mari no puede ingresar a su hogar, donde vive además junto a dos de sus hijos y nietos. Estas situaciones le dan el impulso para no regresar más. El candado es un elemento significativo: la sitúa como prisionera en su propio hogar, a merced del amo patriarcal que dispone de su cuerpo y de su voz como si fuera su propiedad.
El documental, en clave realista, reconstruye la historia del pasado de Mari a partir de las conversaciones entre ella y la directora y la va siguiendo en su camino de transformación.
Los primeros tiempos son difíciles: Mari tiene que lidiar con el acoso telefónico de este hombre que le pide regresar, con las habladurías injuriantes que siembra por el barrio, con el momento de realizar la denuncia policial como modo de ponerle un freno, con el enojo de sus hijos, que no entienden su reacción y viven su acto de emancipación como un abandono.
A través de las fotos de su infancia, se desprende que Mari abandonó prontamente el colegio para trabajar desde niña en el campo en Santiago del Estero, bajo el rigor de un padre que le pegaba. La posición de Mari se inserta entonces en una genealogía de mujeres sin voz que, educadas en el mandato de la abnegación (reproducido en la actualidad como consejo por la iglesia evangélica), tomaban como natural el sometimiento del macho hacia ellas.
Un aspecto interesante del documental es el cambio espacial en el cual va retratando a Mari y que va transmitiendo su cambio de posición subjetiva. Al comienzo, se la observa realizando tareas de limpieza o cocinando, como lugares tradicionales para la mujer. El cuerpo de Mari, poco a poco se desplaza hacia otros territorios. Cumple el sueño de terminar la escuela primaria y continua estudiando en el secundario. Se hace de nuevos amigos, recibe las visitas de su familia y se arregla para ir a bailar con sus amigas del barrio. El corte de cabello, abandonando el largo por uno más corto y determinado, traduce una profunda mutación interior. Mari ya no es esposa, madre y ama de casa; recupera su lugar como mujer deseante y posible de ser deseada. Recobra la alegría y el entusiasmo como producto del poder de decidir sobre su propia vida, sin ya importarle el qué dirán.
Mari es una película austera y genuina que evita los vicios en que podría incurrir teniendo en cuenta la temática que aborda. Evitando el discurso panfletario, la abyección o la victimización de su protagonista, visibiliza la problemática de la violencia de género que continúan padeciendo muchas mujeres y retrata el camino de una mujer hacia su libertad, que no se desarrolla sin la sororidad entre mujeres.