“María Magdalena” del director australiano Garth Davis (“Un camino a casa” (“Lion”, 2016), “Top of the Lake” (Serie, 2013), con guión de la dramaturga Helen Edmundson, conocida por llevar a la escena londinense bizarras interpretaciones de figuras como Mary Shelley o Juana de Asbaje y Ramírez (Sor Juana Inés de la Cruz), seguramente fue realizada bajo el beneplácito del decreto Vaticano que en 2016 permitió el ingreso de Magdalena al santoral oficial, con fiesta y liturgia propia como la de cualquier otro santo.
Esta producción toma uno de los personajes más controvertidos de la cristiandad y su mito más perdurable: el de la prostituta arrepentida y redimida. La revisión de ésta figura histórica se hace a la luz del feminismo contemporáneo. Lo interesante de esta cinta, de corte bíblico, es que busca acercarse por igual tanto al espectador creyente como al laico.
El filme sigue los pasos de María Magdalena (Roodny Mara, “Carol”, 2015) a partir de un día cualquiera de su vida pastoril en Magdala, y su decisión de abandonar a su familia para acompañar en sus peregrinaciones a Jesús de Nazaret (Joaquin Phoenix, “The Master”, 2012), hasta llegar a Jerusalén. Muestran también la correlación familiar en donde la figura del hermano es más importante que la del padre, propia de la cultura judeo-árabe mediterránea que continúa en la actualidad.
Lo que Davis y Edmundson deciden contar no son los episodios bíblicos ya conocidos, sino los que fueron ocultados y son narrados por Evangelistas como Tomás, Felipe, Judas, María Magdalena, y los Evangelios Gnósticos. Ellos se conectan con los espacios silenciados por la tradición cristiana y que ponen de relieve una historia de amor fraternal y de revaloración del mito pagano
Según Margaret Starbird (“La herencia perdida de Magdalena” (Editorial Planeta) Magdalena fue percibida por los primeros cristianos como la pareja de Jesús, en lo que se considera la unión indisoluble entre el esposo y la esposa arquetípicos. En el ámbito del imperio romano, «la unión sagrada» se celebraba con fiestas anuales en honor de la Fuerza Vital: el dios y la diosa, que representan el equilibrio de las energías masculinas y femeninas del Universo.
Los paganos convertidos habían reconocido en Magdalena el papel de las antiguas diosas, cuyas ceremonias en su honor eran celebradas en el equinoccio de primavera, en los cultos de hieros gamos. La palabra inglesa para Pascua («Easter») deriva de «Ishtar», la deidad babilónica de este culto, que en la mitología cananea era conocida como «Astarté», la esposa del dios Baal.
Esta identificación con la pareja del dios resucitado también está presente en los evangelios canónicos. Dado que Jesús era visto como un dios similar a Tammuz-Osiris-Dionisos por los primeros paganos convertidos al cristianismo, y como el Sol Invictus derivado del zoroastrismo, a partir de Constantino, mientras que a Magdalena se la veía como su pareja divina.
Magdalena fue la más fiel de todos los discípulos. En los cuatro evangelios canónicos sólo ella está siempre presente, tanto en la crucifixión como en la resurrección. En Juan ella está sola en la tumba en ocasión de la Pascua, y el Señor la envía a sus hermanos para comunicarles que él ha resucitado. Por lo tanto, ella es el primer apóstol, palabra que en griego significa «mensajero».
Magdalena es preeminente respecto a todos los otros apóstoles de Jesús que aparecen en los evangelios. Según Margaret Starbird en los primeros períodos de la experiencia cristiana con la religión era muy igualitaria, el modelo fue la correspondencia entre Jesús y María Magdalena. Hasta finales del siglo II las mujeres tenían roles muy importantes en el culto: enseñaban, predicaban y profetizaban junto con los hombres.
Según Jung la criatura que más se parece a un hombre o una mujer es su propia hermana o hermano, ya no sólo porque pertenece al mismo género o generación, sino porque también comparten una herencia biológica, social y cultural.
Cuando la realidad no provee de hermanos biológicos, la necesidad lleva a establecer un vínculo con otro semejante como hermano sustituto dentro de una hermandad, que los unía en ideales, historia y acción, en el que a la vez eran "dobles" o "sombras" unos de otros, tanto que será muy difícil separarlos dentro de la estructura del panteón mitológico cristiano (Jesús-Judas, Pedro –Pablo, Jesús- María Magdalena).
María Magdalena también funcionó como un doble o sombra de Jesús y cerró el círculo esotérico del Maestro. Y esto se conoce por la gematría, el estudio de los números en la cábala.
Borges dice en el “Golem” (El otro, el mismo) "Si como el griego afirma en el Cratilo"/ El nombre es arquetipo de la cosa. / En las letras de la rosa está la rosa./ y todo el Nilo en la palabra Nilo (...)" por otra parte, los chinos sostienen que el nombre no sólo marca el destino sino también los actos de la vida, y si excluimos el segundo nombre éste regirá más que el primero nuestra vida cotidiana.
En los nombres de Jesús y Magdalena aparecen señalados sus destinos. Según la suma de los números del nombre de Jesús da 7 y representa el arma y la letra correspondiente es Zayin. El arma está ligada al Sabbat, y es muerte y resurrección.
El número correspondiente a María magdalena es el 9, El Teith, cuya imagen simbólica representa el lugar de reposo del ser humano, el techo que levanta para protegerse, su coraza y, más particularmente, la mujer primordial, compañera del hombre.
Si tomáramos estas referencias y la trasladáramos a los filmes que se realizaron sobre la vida de Jesús, y analizáramos cuatro (como los evangelios) de las tres últimas décadas del siglo pasado, claves, controvertidos y curiosamente realizados en cada una de ellas: “El Evangelio según San Mateo” (1964), de Pier Paolo Pasolini; “Jesús de Nazaret” (1977), de Franco Zeffirelli; “Jesús de Montreal” (1989), de Denys Arcand, y “La última tentación de Cristo”, sobre la novela de Nikos Kazantzakis (1988), de Martin Scorsese, observaríamos en ellos los vaivenes de conducta como realidades pendulares entre las vidas de María Magdalena y Jesús, entre la de Jesús y "la sombra". En estas cuatro películas, las apariencias en la realidad tienen múltiples significados, como la vida de Jesús y sus apóstoles.
Ese mostrar las apariencias, como lo hacen Garth Davis y Helen Edmundson implica, siempre, una conciencia que interroga a la realidad para develarla, y a la vez para que el significado aparezca como obvio. Pero lo obvio es justamente aquello que conocíamos. Roland Barthes en “Lo obvio y lo obtuso” dice: "Es un sentido que viene a nuestro encuentro y por lo tanto también es una apariencia de la realidad". Es aquello que por ser tan visible desaparece, como el amor al prójimo o las enseñanzas del Maestro. o como esa consonancia de Jesús con María Magdalena.