Propuesta bíblica con suficientes puntos por encima de la media.
Llegada la temporada de Pascuas, no es nada extraño que desembarque en salas alguna película con Jesucristo como personaje o tema. Habitualmente ellas suelen adolecer de materia narrativa, pero este año con María Madaglena lo que nos toca ver es algo cercano a una excepción. Es decir, una película que narrativamente hablando tiene equiparada la balanza de las virtudes y los defectos, cuando suele ser todo lo contrario.
Sobre esta piedra edificarás mi Iglesia
María Madgalena cuenta la historia de la figura bíblica en cuestión, desde que es una joven que se rehusa a seguir el mandato paterno para unirse a la cruzada de Jesucristo, siendo testigo de todos los eventos cruciales que ayudan a forjar su leyenda.
En materia guión, la primera mitad de la película se mantiene bastante firme, develando detalles de la historia de Maria Magdalena que no son muy conocidos por el público general, arriesgándose a proponer una versión radicalmente distinta de la reputación que tenía: acá no van a ver apedreamientos por ser adúltera, el apedreamiento es un ahogo en el río para “sacar los demonios”, y el adulterio aquí es el “descaro” de salir a rezar por su cuenta y no al mismo tiempo que los hombres. La segunda mitad desinfla un poco, ya que se adentra en la historia Crístiana con la que todos hemos crecido y por lo tanto no guarda ninguna sorpresa.
No obstante, es necesario señalar dos detalles: primero, que en todo momento elude los lugares comunes o los limita a lo esencial. Por ejemplo, la Última Cena no tiene nada de la intriga de predestinación conocida por todos, sino que queda reducida simplemente a eso: una cena. Se parte el pan, se reparte y nada más. Breve, sencillo y sin tanta elaboración. El segundo detalle es que jamas abandona el punto de vista de la protagonista.
Desde luego que la cuestión romántica que se le adjudica junto a Cristo es abarcada y palpable desde el subtexto, pero -sin importar que sea en la superficie o debajo de ella- es siempre un amor ilustrado de una forma más afectiva que lasciva.
En materia interpretativa tenemos una muy buena labor protagónica de Rooney Mara. Joaquin Phoenix es un Cristo competente, siendo una figura pacifica pero también haciendo hincapié en la rebeldía que se sabe tenía aunque pocas veces fue abarcada. Chiwetel Ejiofor entrega una labor digna como un Pedro muy distinto del que hemos escuchado hablar. Todo esto está complementado por una competente dirección de Garth Davis, con una propuesta visual en la que predomina una paleta de colores clara y desértica, aparte de saber jugar con lo que cada lente de la cámara tiene para ofrecer.
Conclusión
María Magdalena es un producto logrado. Si bien le queda grande el mote de “obra maestra”, está bastante por encima de muchas epopeyas bíblicas recientes. Una mirada distinta, literal y metafóricamente.