Un mundo menos hostil
En María y el Araña (2013) la directora María Victoria Menis (La Cámara Oscura, 2008) vuelve a explorar el tema de la marginalidad a través de la historia de amor entre dos adolescentes dentro de un marco de abusos e indiferencias sociales.
La relación que entablan María (Florencia Salas), una chica de 13 años que habita la villa "Rodrigo Bueno", y el Araña (Diego Vegezzi), un malabarista de 17 que disfrazado de Hombre Araña muestra su habilidad en el subte a cambio de unas monedas, será la excusa que María Victoria Menis toma para hablar de temas contrastantes como el odio y el amor, la marginalidad y la superación personal o la indiferencia social y el sentido de pertenencia. Tópicos que la realizadora muestra a lo largo de un film que apela a la utilización de escasos recursos narrativos, en donde las imágenes serán mucho más potentes que las palabras.
María vive en la casa de su abuela (Mirella Pascual) que a su vez convive con una pareja abusadora (Luciano Suardi), mientras el Araña se somete a largas horas de trabajo en el subte para poder subsistir. El abuso infantil -en todos los sentidos- es lo que refleja la película, pero sin caer en el golpe bajo ni la sensiblería, sino apostando a la sutileza de un relato focalizado en gestos y posturas que los personajes expresan a la perfección y que el ojo/cámara de Menis encuadra en primeros planos que lo dicen todo. La forma elegida para plasmar la mirada del abusador cuando descubre a María y el Araña bailando al ritmo murguero es uno de los momentos más logrados del film, una escena que sin decir nada explica toda la historia.
Otro elemento que la directora trabaja es la utilización de los diferentes espacios a partir del contraste entre sí. Los personajes no serán los mismos cuando deambulan por el selecto e indiferente Puerto Madero, que para muchos puede ser un lugar seguro pero para ellos resulta hostil, como cuando se mueven dentro de su propia hábitat como los laberintos de las estaciones de subte, la escuela a la que concurre María o las propios recovecos de la villa. La seguridad para unos será la inseguridad para los otros.
María Victoria Menis logra contar una historia de amor adolescente a través de una mirada cruda y desgarradora, pero sin por eso caer en la abyección visual ni narrativa, sino evitando en todo momento lo explicito para, desde la sutileza, plasmar la miseria humana sin la necesidad de regodearse en ella. Un pequeño gran film.