La niñez partida
Doble mérito para la directora María Victoria Menis que en este tercer opus, María y el araña, logra extraer una soberbia actuación de la debutante Florencia Salas para contar con enorme sutileza y profundidad una historia pequeña con trasfondo social y que gira en torno al abuso sexual y a la violencia psicológica.
Basta desplegar el juego de imágenes y de miradas para comprender la situación de la protagonista: una preadolescente que atraviesa la transición hacia la adolescencia desde esa niñez partida, a cargo de una abuela (Mirella Pascual), cuya pareja (Luciano Suardi) encuentra los momentos furtivos para acercarse en la intimidad de su precaria habitación en la Villa Rodrigo Bueno.
Pese a la situación, María procura continuar con sus estudios y por las tardes ayudar a su abuela con la venta en el subte, mientras el hombre de la casa fagocita tanto la relación de ellas como todo aquello que ambas mujeres aportan en el hogar.
Entre lo parasitario y la sensación de desprotección, la llegada de un muchacho (Diego Vegezzi) que se disfraza de hombre araña y realiza malabares en el subte abre las puertas a nuevas sensaciones y horizontes que para María implican el escape de esa densa realidad.
El film de Menis traza un camino de aprendizaje interior -¿Quién dijo que aprender no duele?- en el que el maltrato o el abuso deshonesto también pueden convertirse -aunque sea por un tiempo limitado- en el reflejo distorsionado de una lucha silenciosa en la que se impone el amor por sobre todas las cosas.
De eso también se ocupa este relato de la directora de El cielito (2004) al abordar esta sensible anécdota de amor adolescente en un contexto cruzado por la violencia del mundo adulto y las problemáticas sociales que al igual que los indicios de abuso a veces no se quieren reconocer y mucho menos ver.
En tono con un cine de carácter intimista, despojado de sensacionalismo o morbosidad estética pero que no abandona la causa ni tampoco a sus personajes, María y el araña por momentos sacude la pantalla desde sus armas más nobles extraídas de la realidad más pura, con austeridad y al borde del coqueteo con el documental aunque siempre predomine la ficción.