Con mucha delicadeza para pintar situaciones duras, el realizador Rodríguez Redondo logra comunica la historia de un peón rural que descubre su sexualidad en un universo represivo, lleno de mandatos y de discriminaciones. La película dice las cosas por su nombre, enfrenta el problema pero no da soluciones fáciles, sino que trata de entender sin, por eso, dejar de tomar partido. Sinceridad y buen trabajo estético, una gran combinación.