Seguir a pesar de todo
Mike Amigorena protagoniza esta tragicomedia argentina para darle vida a Mario, otrora cantante de moderado éxito que ahora se da cuenta de que sus mejores años pasaron hace rato. La dirección y escritura del guion están a cargo de Pablo Stigliani quien, además del mencionado Amigorena, cuenta en su elenco con Iair Said, Leonora Balcarce, Rafael Spregelburd y la joven revelación que es Román Almaraz.
La historia comienza cuando Mario, cuarentón que ha dedicado su vida a la música, recibe la noticia de la muerte de su madre. Y este suceso, si bien afecta al personaje con su cuota de tristeza, actúa en él como un aviso, una alarma que lo vuelve consciente del paso del tiempo y del provecho que hay que sacarle, sobre todo en términos familiares. Por eso decide retomar la relación con su hijo adolescente al que hace un largo tiempo que no frecuenta.
En esta primera parte resulta ponderable el trabajo de dirección de Pablo Stigliani que, si esto fuera teatro, habría que referirse a las bondades de lo que se conoce como “puesta”. En términos cinematográficos, los climas, la estética que la película logra en este momento introductorio funcionan brillantemente para meter al espectador en la vida gris y melancólica de este cantante, que supo tener sus éxitos y que hoy apenas sobrevive cantando temas de Sandro en casamientos, cumpleaños y despedidas de soltera. Y las loas se las lleva el director porque este sentimiento de desesperanza aparece a todo nivel: musical, visual, dramático y narrativo (un breve paréntesis le corresponde a Mike Amigorena que también ayuda, y mucho, para lograr este efecto). Tanto el personaje de Mario como el de su mejor amigo, Damián, que también es su representante artístico, su hijo Lucas a quien quiere recuperar y que se reúsa a cooperar en esta empresa y su ex mujer, que rápidamente se ha vuelto a casar para dejar atrás su relación con Mario, son todos participantes en ese fragmento “dramático” de la historia.
Y me permito ser reiterativo en el concepto de ese primer momento de la película porque, una vez hechas las presentaciones, los personajes de Mario, Damián y Lucas emprenderán un viaje de fin de semana que tiene el doble objetivo de retomar esa relación perdida entre padre e hijo y, a su vez, de cumplir con los compromisos laborales de Mario en una variopinta serie de eventos sociales, cuyo número principal será la presentación del “imitador de Sandro”. Y ahí la cosa cambia.
Porque a partir de este punto, la película se convertirá en una road movie en escenarios que mantienen la melancolía del inicio pero esta vez tratada con una óptica mucho más esperanzadora. No es casual entonces que los momentos cómicos más jugosos aparezcan en esta parte, al tiempo que la historia se permite ir paulatinamente avanzando en la transformación que los tres personajes principales experimentarán a partir de este viaje. A estos efectos, la labor de guion es fundamental como así también el trabajo de los actores protagónicos y, en ambos casos, cada parte está a la altura.
La química entre Mike Amigorena y Iair Said es fantástica y el elemento infiltrado que es el no tan pequeño Román Almaraz cuaja perfectamente para darle forma a un trinomio que afronta el desafío de contar una historia de segundas oportunidades desde una óptica cínica y de amor duro, que se despega de lo mucho que ya hemos visto en este campo. Y lo logra.